jueves, 23 de febrero de 2017

Críticas en screener: ESPECIAL OSCARS 2017



ESPECIAL OSCARS 2017:

Arrival (La llegada):
   De la noche a la mañana, una docena de naves alienígenas con la forma de la Torre Trump han llegado a la Tierra, y se han colocado encima de los estadios de fútbol más representativos del mundo, como el Allianz Arena, el Bernabéu, Maracaná… Bueno, y la número doce, que se ha situado en Las Gaunas, vaya usted a saber por qué. Por fin parece que Trump se quita la careta (es un eufemismo, no le hace falta, ya él es así), y confiesa que es un enviado de una civilización extraterrestre, que llevan tiempecito queriendo conquistarnos. La idea es que, como siempre se elige de parlamentario al Presidente de los USA, pues si ya ponen a uno de los suyos, la cosa estará hecha. Pero como lleva tanto tiempo en la Tierra, y no es que le sobre cerebro con los anclajes que necesita para el tupé, Trump ya no se acuerda de sus amiguitos, y ha de recurrir a una experta en lingüística, Laurita Bancos Blancos, que es a la sazón contratada por el Gobierno de los EE.UU, para intentar aclarar el mensaje que los extraterrestres intentan transmitir a la humanidad, que parecen que hablan en murciano, los muy capullos.
   Laurita viajará hasta Las Gaunas, junto al científico patrio Huan Dindón (que sí, que es patrio, que ya estamos en la generación de los hijos de migrantes nacidos en el país, coño), para intentar establecer una comunicación con los llamados “Trumpianos”, que vaya usted a saber por qué misteriosa razón, en cuanto la ven se les pone de punta la nave…



   Que a ver, no hay que ser muy listos para entender que, si son similares a trump, sus naves son como falos del tamaño del Everest, y a Huan ni le dirigen la palabra (sólo le ponen puzles con circulitos para que se entretenga como a un niño pequeño) mientras que a ella le traducen sus ideales en el lenguaje del Kamasutra, es que sus razones para invadir la Tierra son las mismas que las de Bertín Osborne y Julio Iglesias yéndose de vacaciones a otro país; diversificar culturas, vamos…




Fences:
   Troy Yoyoy es un opositor a basurero, que mientras se prepara los exámenes para lo del escobón, va encadenando referencias para ver si le dan más puntos, y se hace las carreras de Física, Matemáticas, Historia, Filología Murciana e Ingeniero aeronaútico; las FP de Mecánica del automóvil, Electricidad y Peluquería; y además en los ratos libres se solaza con solfeo, bailes de salón e introducción a la pintura al óleo, todo ello en la década de los 50 y siendo negro, que a lo mejor ustedes no lo saben, pero es LA POLLA. ¡Ah, sí! Y de joven (más, quiero decir) era un prometedor jugador de cúrling sobre arena que soñaba con vivir del deporte y después de un par de ediciones de La isla de los famosos y algún Gran Hermano VIP.



   Pero, por desgracia, al final se da cuenta que la estratagema del gobierno para las oposiciones a basurero es retrasarlas para seguir manteniendo a los hijos de los ministros ahí, viviendo la vida encadenando contratos a mano vuelta. Y Troy se ve abocado a una vida de falso lujo viviendo en una mansión con los millones que le proporcionan sus veintisiete títulos y cuarenta y cuatro trabajos para los que nadie más que él está capacitado. Que tiene varias putas a diario calentándole las camas de sus treinta y tres habitaciones, sí, pero no consigue ser feliz en la vida. Seguro que van a por él porque es negro, seguro…




Hacksaw Ridge (Hasta el último hombre):
   Segunda Guerra Mundial. Ya sólo la premisa aburre a las cabras. Que joder, debe de haber como trescientas mil películas de pollos pegando tiros a japoneses, en todas la posturas del kamasutra posibles, y aun así van los del Jolivú y hacen otra. Pero nada, como hay que hacer denuncia social, pues ahora resulta que el que se quiere apuntar es un chavalín, sí,  a la guerra pero para no pegar tiros. ¡Ostias, esta sí que es buena, jajaja! Edmundo Modo Dios (sus padres debieron cortar en la segunda cita, sí, pero no lo hicieron, los miserables), es un joven contrario a la violencia, y además gilipollas, porque en vez de irse a una islita como curandero y dedicarse a zumbarse marujas en viaje de solteras a las que se les pone el arroz largo de ver mulatos, se alista en el ejército de los EEUU con el objetivo de servir como médico durante la guerra. Lo dicho, gilipollas.



   A partir de aquí, el guion original cuenta la peripecia de un soldado sin armas que pasa como el que no quiere la cosa por todos los agujeros de bomba sin romperse ni una uña, mientras que a su alrededor los compañeros caen como moscas en un camping. Que sí, intenta salvar a todos los que van cayendo a su lado, o al menos aliviar sus sufrimientos en la medida de lo posible mientras recibe los insultos y paramales de los demás, que le ven como debía de ver la silla a Pepe Viyuela cada vez que se iba a sentar. Pero eso no debía de quedar bien en pantalla para los Oscars, así que como ya había suficiente metraje para justificar el pago de una entrada, la versión final cuenta como, en cuanto el médico de marras pone el pie fuera de la trinchera, le cae un obusazo que no deja de él ni las botas, que le tienen que llevar a sus padres un montoncito de arena para que lo entierren con la esperanza de que alguna de las moléculas contenga algo de ADN de lo que era su hijo. Por gilipollas. Coño.




Hell or High Water (Comanchería):
   Tin y Ton son dos hermanos (originalmente se llamaban Pin y Pon, sí, de verdad de la buena, pero obviamente había problemas de royalties y hubo que cambiarlo) que viven en Fuentetorrijas, y que en su tiempo libre (que es todo el día, porque como son canis de pura cepa dejaron los estudios con cuatro años y no son ni autónomos ni ná) deciden dedicarse a lo único que han aprendido a hacer en la vida, que es robar Cajas de Ahorro. Luego la cosa da un giro de guion y descubrimos que a pesar de todo son gente honrada; que matan, sí, y se lo llevan muerto (valga la redundancia), pero es porque a pesar de no tener cerebro tienen pene, y como otra cosa no, pero chonis en el país sobran y aparecen debajo de las piedras, los dos son padres de, respectivamente, catorce y dieciocho hijos a los que dar de comer, que no es poco teniendo en cuenta las mujeres que se gastan.


   Así que uno se descubre a sí mismo sintiendo empatía por los dos pollastres a pesar de necesitar una somanta de palos con más urgencia que un folleto de Dúrex. Que como es normal al final los atrapan, sí, pero cuando el estado se da cuenta de la cantidad de pasta que se iban a gastar en mantener a sus dos familias como consecuencia de dejarles sin el cabeza de familia, deciden soltarles en la isla de Perejil a todos, y matan (perdón, es que no había otra palabra para la frase hecha, carajo) dos pájaros de un tiro: Ellos tienen un lugar en el que mantener a toda su familia, sin Cajas de Ahorro para curarse de su adicción a lo de los atracos, y por otro lado ya que están controlan la población de cabras del lugar. Además, al final se convierten en una herramienta indispensable del gobierno para evitar que los invasores del norte de Africa puedan intentar reconquistarnos comenzando por la isla, como ya hicieron cuando Trillo, que nos salvamos gracias a sus huevazos y a que fue él mismo pegando tiros como Rambo… Bueno, más  o menos la historia fue así, ¡no me juzguéis que esto es un guion de película, joder!




Hidden Figures (Figuras Ocultas):
   Estados Unidos, más o menos en la época cuando se sacó Filología el de la peli de Fences de arriba, año arriba año abajo. Durante la guerra fría, que debió de ser con los esquimales o algo así, y en plena carrera espacial, que no tiene nada que ver con lo otro, pero rellena argumento, la NASA busca mentes brillantes para conseguir mandar un cohete a la Luna, pero vamos, que lo más inteligente que se da en la época es un brasero que trajo la madre de uno de los aspirantes a astronautas, “porque en el espacio ese debe hacer frío como en Burgos o así”, y no era plan que a su hijo se le congelasen los deditos de los pies. Vale, que esto es una crítica, y se ha de explicar por escrito que entonces no había superordenadores digitales, ni el Internet ese, ni teléfonos móviles (bueno, había uno, pero se necesitaba un elefante indio para llevar el maletín con la batería), y por eso se buscaban cerebros superdotados (o al menos capaces de dibujar una parábola sin salirse del folio) para realizar rápidos y avanzados cálculos de cabeza. Y resulta que como hace dos años la peña se quejó porque no había actores negros nominados para los Oscar, pues han decidido que para este papel las mejor preparadas eran un trío de mujeres de color que ríete tú de las Supremes, que hasta cantan mientras dibujan y todo...
   Que sí, que al final lanzaron el cohete y el hombre llegó a la Luna y eso y tal, pero no me negarán ustedes que lo más difícil del trabajo fue bajarse a pisar el suelo del satélite, que estaba todo sucio, dónde va a parar.




La La Land:
   Mia Umiau es una choni americana. Vamos, que en lugar de moño y rayas de tigre usa teñido rubio con sombrero de paja y vestidos de tirantes sin sujetador, pero que aun así es seguidora online de Camela desde sus inicios, y se pone las botas de estiércol de plataforma para montar en el tractor. Y claro, al haber crecido viendo las películas de Mario Casas y Sálvame edición México (que también presenta Jorge Javier, por si alguien no lo ha visto), amén de Mujeres y Hombres americanos y Viceversa, su sueño es el de todas las pobladoras de la campiña profunda estadounidense: Debutar en la meca del sueño hollywoodiense, chuscarse un secundario cachas con el pelo aerodinámico, y vivir de las rentas en un apartamento en un barrio cuqui de Los Ángeles, como si lo hubiera mamado desde pequeñita, en lugar de... Al llegar, ostión sin santificar de realidad en la jeta entre audiciones, porque resulta que la comida no se pone sola en el plato como en casa de mamá granjera, se ve forzada a ganarse la vida como camarera en un pub en el que las trabajadoras no llevan sostén (que en esto se basaron para contratarla, que ya tenía ella experiencia), y las faldas son de rayas pero de cebra (que son como las de tigre, pero iban más con la decoración del local), mientras se presenta a montones de pruebas de casting como si no costara, teniendo la misma suerte que Belén Esteban a la puerta de la Biblioteca Nacional pidiendo guerra.
   En la ciudad, casualidades de la vida, oye, también está por otro lado Sebastián, que es un pianista que se parece al payaso de Micolor pero con el pelo todo pajizo, que vive de las actuaciones de segunda que le salen para programas de cine de Granja, está hasta los huevos de que le pidan que toque la del cangrejo de La Sirenita, y su sueño es ganar dinero para teñirse de negro y regentar su propio club (si puede ser de alterne, que luego las noches le saldrían gratis, siendo el jefe) donde rendir tributo al jazz más puro, con otros músicos negros tocando un montón de instrumentos al azar, como si no costara, que siempre les queda todo bien tocando al buen tun-tun a esos malditos…



   Como no podría ser de otro modo, que si no vaya mierda de argumento, los destinos de Mia y Sebastián se cruzarán, que no vamos a contar las vidas de dos personas mezclando planos para que no se crucen en toda la película, imagínate entonces, toma guionista pagado a tocateja… Y la pareja descubrirá el amor y los calambres, ella el significado virtual de lo que es la cobra, aparte de las víboras que conocía que le arruinaban a su padre la plantación de lechugas; y él el efecto velcro, que al final la chica ya hemos dicho que viene de donde viene, y las maquinillas de afeitar las utilizaba para quitarles los pelillos a los pedazos de corteza de cerdo cuando hacían barbacoa en los terrenos tras el granero de los Sullivan.



   Establecerán un vínculo amor-odio que hará florecer (a ella) y luego poner en entredicho las aspiraciones de ambos, que no se entiende muy bien por qué, si se quieren dedicar más o menos a lo mismo... ¡Que monten un dúo, como Cruz y Raya o Los Morancos! Al final, de tanto jugar al ratón, el gato, la cobra y la zorra, terminan creando coreografías de arte abstracto, y en ese momento el sentido arácnido de los frikis de Hollywood se activa como los sensores de las cisternas automáticas cuando hacen pis en los baños de los estudios, y se lanzan todos a una caza indiscriminada de ambos donceles por las calles de los barrios en los que mejor de la luz de fondo cuando se pone la cámara en posición estratégica. Los dos se hacen famosos, hay banderas enormes americanas colgando por doquier, y tras pasarse de moda el momento musical, como le pasó a todas las películas que se rodaron en blanco y negro al año siguiente de que le dieran el Oscar a The Artist, todo el mundo se come un mojón y como ella ya se ha quedado embarazada se ha de volver a casa de mamá granjera a enseñarle al pollo que las cobras de campo pican que se matan, las jodías.



Lion:
  Sarpullidooh es un chavalín de la India, que un día comete el error de ponerse delante de la puerta del hotel de Nicole Kidman durante una visita promocional que hace la actriz para una de esas películas raras que hace ella, de las que todos los registros requieren que abra mucho los ojos y se lleve la mano a la boca abierta. Ella que lo ve, se piensa que es un pobre huérfano necesitado de amor, y como está rabiosa por la cantidad de niños que han estado adoptando Brad Pitt y la Jolie, decide que se lo lleva a las Australias, a vivir con los canguros y los indígenas pintados de tierra roja. Y claro, para el pobre niño, sus padres, sus veinticuatro hermanos y sus quinientos quince primos, aquello de que desaparezca secuestrado es un dramón de los de llorar mucho y fuerte, por distinguir las lágrimas de los monzones.



   El chaval se pasa veintiocho años retenido en el rancho de la Kidman, hasta que logra escaparse. ¿Cómo? ¿Que qué coño significa el título de la película entonces? ¡Y yo que sé, oigan, que la película es un puto coñazo, yo no la he visto hasta el final! Pues a lo mejor se confunde al volver y en lugar de coger billete para la India le dan para el Sherengeti, y se lo zampa un felino. O vuelve y de la alegría los padres invitan a todos los hermanos a ver el circo de Ángel Cristo (y a él se lo acaba merendando un felino, que ya sabemos que los leones allí, comer, lo que es comer… Poco). Algo de eso será, si no reclamen.

Manchester frente al mar:



   ¡Un puto coñazo de mierda, es esta película! Un joven aburrido de Manchester (que ya lo decía Edurne, que como ciudad es un ascazo) se tiene que hacer cargo de su primo segundo, que se ha quedado huérfano de los dos padres a la vez. Y el chaval que no quiere irse, y su primo que sí, que él trabaja y no le dan más días libres… Al final el chaval tiene que claudicar, que para eso su primo se va a hacer cargo de él, pero como no le mola Manchester, se pasa el día apoyado en una barandilla en los límites de la ciudad, mirando a Warrington, esperando que se derritan los polos y se inunde Inglaterra para tener playa ahí, en medio de la nada de esa ciudad de mierda aburrida dejada de la mano de Dios.



   Sí, tuve una novia inglesa; y sí, era de Manchester. ¿Y qué? ¿Acaso me acusáis de no ser objetivo en mis críticas, eh? ¿Es eso, hijosdeputa? ¡¡¡ERA UNA ZORRA, MECAGOENLAPUTA!!!

Moonlight:
   Nada, que faltaba una película para cerrar las nominaciones, y han buscado una en la que salieran actores de color, por lo de hace dos años que ya hemos comentado en la de las mujeres negras de la NASA, y eso. Que no la hemos visto, de hecho creemos que no la ha visto nadie, así que para qué molestarnos, nos lo vamos a inventar todo:
   La película va de un narval transexual, que vive en un zoo con una jirafa de cuello corto, un dromedario con dos jorobas (¡habráse visto!) y su cuidador, que es un afroamericano hipocondríaco al que no le gustan ni los zoos ni los animales, pero como en su mente vive en la Mansión Playboy ni se da cuenta, y se pasa el día cantando las canciones de Frozen, pero todas con la letra “i”, para que no vayan los de la SGAE a cobrarle derechos.
   Luego aparecen una pandilla de paracaidistas polacos zombis que buscan el Arca de la Alianza, y entonces el Capitán América para combatirlos ha de trincharse haciendo un trío a Scarlett Johansson (por necesidades estrictas del guion) y a la secretaria esa de Iron Man, la chavala esa que parece un palo actuando, y le pone a sus hijos nombres de frutas en extranjero.


   Y al final se casan. O muere el negro, o algo. Que le van a dar el Oscar a ésta, ya verás, y tenemos un disgusto…

viernes, 17 de febrero de 2017

Críticas en screener: La Gran Muralla


La Gran Muralla:

   Vale, va contra las normas, pero si no lo digo reviento. La película de esta semana es un quiero y no puedo de manual. Desgrano como los pollitos: Estamos en el siglo XV, así que todo el mundo piensa “ya está, el descubrimiento de América”, porque si no salen americanos, no hay película; eso, o ya se encargan ellos de plagiarla un año después, y decir que son los originales y plantan una bandera del tamaño de Murcia en la pantalla, que si no la película no se entiende bien.


   ¡Pues no, ERROR!
   La cosa va de la China, nada menos. Pero ojo, que la vida es un ciclo constante y todo se repite como la morcilla y las centrifugaciones de las lavadoras. Al Donald Trump de la dinistía Ming de la época se le ha ocurrido plantar un murete de los suyos en su país (qué original, sí) que los separase de los mongoles (racismo modo dios). Pero claro, como son chinos, son muchos y hay tiempo porque en la época no hay tele ni Gran Hermano, ni Sálvame ni ninguna de esas mierdas, pues se lo toman en serio, y la cosa redunda en un pedazo de muralla de ocho metros de alto y cinco de ancho que ríete tú del portón de tu tía la del pueblo.


   Entonces, te dices: Vale, pues entonces otra película de chinos, y tal…
   ¡Pues no, ERROR!
   Hay un huevo de chinos, sí, es lo que tiene que sean tantos, que vayas donde vayas te encuentras tantos como señoras mayores seguidoras de Hulk Hogan en la puerta de El Corte Inglés el día que empiezan las rebajas. Pero hete aquí que ponen de protas a dos soldaditos marineros británicos, que deben convivir pacíficamente con los aldeanos de los alrededores (debe ser que se han ido de Erasmus o algo, y les pilla la muralla de sorpresa. Que sean soldados no implica que no puedan ser pacíficos, ¿no? ¿NO?). Entonces sí que ya tú te dices: ¡Ah, ya lo he pillado! Esto es un alegato en favor de la convivencia, con ritmo pausado y expresiones de las que se dicen las abuelitas en torno a la mesa camilla con las tacitas de té.
   ¡Pues no, ERROR!
   El muro, que poco a poco alcanza una altura asombrosa, resulta que no solo vale para defenderse de los vecinos mongoles, sino que hace además de barrera parar resguardarse de una amenaza mayor, algo sobrenatural y del inframundo, porque resulta que la película la dirige un chino que debe de ser como el John Woo del lugar, así que toda la tranquilidad a tomar por culo... Venga explosiones, desfases, vuelos en pterodáctilo atados a cables de tirolina, y bicharracos que ríete tú del lago de la central del señor Bruns de los Simpson.



viernes, 10 de febrero de 2017

Críticas en screener: Cincuenta sombras más oscuras



Cincuenta sombras más oscuras:

   Segunda entrega de la trilogía que describe las aventuras de Gregorio Gris Gris, alias "el Grey", y la ex virgen reprimida Ataulfa Cuatrococes (pueden ustedes disfrutar de la antecesora en la siguiente dirección: http://latirafloja.blogspot.com.es/2015/03/palomitas-con-matias-hoy-cincuenta.html?q=Grey).
   Como buena continuación que se precie, la cosa tiene que comenzar con un giro de guion respecto a la anterior entrega. Tras decidir que ya no van a raptar más jovenzuelas, por eso de que ya el FBI iba a encontrarles por lo sospechoso de la montañita de jovencitas desastradas en el jardín, y porque la pobre Ataulfa tiene la chirimoya más roja y dilatada que la papada de Donald Trump cuando le hablan de la “Triple M” (mujeres, mexicanas y migrantes), la relación se ha complicado entre los protagonistas.


   Ataulfa se da cuenta que lo de vivir juntos sin entrar en la sala fosforita con alguna jamelga como que no le pone, más que nada porque “el Grey”, toda vez que ya no encuentra la misma satisfacción en una relación de pareja normalita que en las obscenidades propias de las parafilias coreanas, se deja estar, y cual Homer ve dejando marca en el sofá y se ha puesto como los melones de temporada en Villaconejos, que de puro orondos da gloria verlos.
   Ataulfa se muda de ciudad, y se pone a trabajar de becaria de nuevo en otra empresa, una flamante editorial de novelas rosas tirando a rojo de vergüenza cuyo jefe, Juan Tanamera, se encapricha de ella cual niña con coletas de una piruleta de fresa. Para que luego digan de los clichés jefe-becaria, y eso y tal…


   Y claro, como suele pasar en estos casos, ella siente la poderosa atracción del diner… Del pen… Bueno, que a la nena le mola mucho su nuevo responsable e intenta olvidarse de “el Grey”, cosa que le resulta harto difícil porque una vez que se le baja la hinchazón de la pepitilla, se le ha quedado la forma del arma ahí donde no llega el eco, y claro, eso te impide un poco olvidar, las cosas como son.
   Pero no es que él esté mejor que ella, ¡qué va! Aunque sus antiguas novias, al enterarse de la ruptura de nuestros protagonistas, hacen cola para llevarse a “el Grey” al gimnasio, a la ducha y a la cama (en ese orden), al final todas se escandalizan cuando él les propone montarse un trío secuestrando secretarias y cajeras del Alcampo.


   Y a pesar de ser tan rico que puede comprar el silencio escandalizado de todas y cada una de las mozuelas, que han perdido la capacidad de hablar en parte por lo que les unta el pollo como soborno, y en parte porque para hablar les queda a ellas la boca después de un rato, cuando la lista ya ha avanzado en la chorbagenda del empresario más allá de la F, ya no le compensa porque debe haber menos personas que desconocen la verbena que las que está sobornando. Y claro, el recuerdo de Ataulfa pesa mucho en los pantal… En la conciencia de “el Grey”. Así que allá que se va al final a buscar a su chica, porque debe ser que además de millonario sádico y radical, va a tener un corazón de oro, el andoba.


   Yo gasté los diez paquetes de kleenex que entran en el blíster.

   Y fue llorando. Por si acaso…

viernes, 3 de febrero de 2017

Críticas en screener: ESPECIAL GOYA 2017



ESPECIAL GOYA 2017:
El hombre de las mil caras:
   Demetrio Aguascalientes es un matemático que en sus ratos libres gusta de dar rienda suelta a sus obsesiones (a ver, es matemático, se le presuponen) con un negocio de caretas de plástico blando con los rasgos de famosos como Trump, José Luis Moreno o el pianista de Parada. Fuencisla Calderilla es una mujer fea, pero fea fea, de las que espantan a la niña de la curva por la noche (¡ojo, spoiler! Al principio no se sabe que es una mujer. Con ese bigotazo…), que acude a la tienda de Demetrio a ver si con un aplique de careta se la acercan aunque sea los obreros inmigrantes a pedirle la hora o algo. Pero a Demetrio no le importa que sea fea, porque lo más cerca que ha estado de catar una moza fue en las fiestas de un pueblo, que se metió en la plaza borracho a bailar cerca de las lugareñas, y esas cosas todo el mundo sabe que a los oriundos del lugar no les gusta nada, pero nada nada. Vamos, que fueron tres meses en cuidados intensivos.
   De modo que, ni corto ni perezoso, al sentir las mariposas en el estómago indicativas de que se ha enamorado (aunque al final resulta que son gases… ¡Uy, perdón, spoiler!), se coloca su mejor careta, la del Fary, y le vende a Fuencisla su mejor careta femenina, la que guarda en la caja fuerte junto a los condones desde que comenzó en el negocio: La de Gracita Morales.
   Obviamente, la cosa acaba como todos pensamos. En tragedia.

Julieta:
   Esta obra Almodovariana es la versión intimista y personal de lo que el director manchego estima que fue la adolescencia y primeros pasos en la vida púber de Julieta Capuleto, antes de que entrara en escena el consabido Romeo Mostesco y lo que viene siendo la tragedia, la muerte y esas cosas tan del teatro y las novelas medievalistas.
   Julieta es, dentro de lo que cabe, una niña normal. Normal para tener en casa rodeándola a una madre maniaco depresiva con trastorno de personalidad, que a veces se cree su propio marido, encarcelado por asesinar a un pastor que le pilló intimando con la más peluda de sus cabras. Para tener a una abuela transexual que lo mismo se arrima al vecino carnicero que le pasa el paño a la trastienda de la portera de la finca, y tiene un tono de voz que estuvo a puntito de quitarle a Constantino Romero el papel de doblador de Darth Vader. Para tener dos hermanos siameses que salen con la misma chica sin que el otro se entere. Y para tener un par de tíos, uno cura y el otro dueño del prostíbulo del pueblo, que cada vez que se ven hay que llamar a la Guardia Civil y al Seprona para que los separen a ellos y a sus respectivos perros, que no se pueden ni ver.
   Vamos, que normal que cuando aparece Romeo a la pobre Julieta se le hagan las braguitas Licor del Polo, y en cuanto la cosica con el chavalín se tuerce, acabe todo como las tragedias griegas de las malas. Tol mundo muerto y a otra cosa. Muy triste todo, pero eso sí, hay un par de escenas del cielo viendo volar pajaritos muy new-age, que la hacen favorita para los Goya. La última favorita, concretamente.

Que Dios nos perdone:
   ¿Habéis visto ‘Resacón en Las Vegas’? ¡Joder, qué bien! Pues esta película es básicamente lo mismo, pero en un pueblecito de la zona de Tudela. En vez de un tigre, hay un hurón cabreao, en lugar de Mike Tyson sale uno que entrenaba con Poli Díaz, y en lugar de un chino hay un… Bueno, sí, chino sí que hay uno. Ya está.

Tarde para la ira:
   A Demetrio Aguascalientes le abandona Fuencisla Calderilla a la hora de comer. Pero sin avisar ni nada. Y lo que es peor, ¡sin haber hecho la comida! De modo que Demetrio, como buen hombre de la edad de piedra de mediados del siglo XX, coge su escopeta de perdigones gordos y sale en pos de la que consideraba su amor eterno a falta de otro amor mejor, para recordarle con cariño que como con él, ninguno; que no hay dos, como que hay Dios. Pero según avanza la tarde se empieza a hacer evidente que Fuencisla corre más que Demetrio, porque no la pilla ni aunque aparezca por las esquinas arrastrándose por detrás de los poyetes. Así que el hombre va adquiriendo un estado de enfado tal, pensando en que va a ser que tampoco cena, y encima se está ensuciando la única camisa limpia que le quedaba, recién puesta de hacía tres semanas nada más, que se pone más y más acalorado. Rojo langosta por momentos, según se hace de noche la gente que se va encontrando con él piensa que en cualquier momento una de dos, o le da un tabardo o explota como el primo daltónico de Hulk y le revientan los pantalones. Cuando ya no se ve lo suficiente para apuntar bien con la escopeta, Demetrio decide volver a su casa. Allí está Fuencisla, que tan sólo había ido a por más pan, y como por la época aún no existían los móviles, no ha podido avisarle de lo extrañada que se quedó cuando volvió y Demetrio no estaba ya en casa para comer.
   La mezcla de emociones y alivios en Demetrio es tal que, como un buzo que no se descomprime correctamente al subir de una inmersión prolongada a la superficie, explota, poniéndolo todo perdido de sangre y vísceras. Un dramón, porque la casualidad hace que la costilla más cercana al corazón de Demetrio sea la que se clava como un puñal en Fuencisla, provocándole también la muerte. ¡Coño, he dicho que un dramón! ¿No? Pues eso.

Un monstruo viene a verme:
   Según cuenta el periódico, un tal Demetrio Aguascalientes ha muerto trágicamente. Vamos, será así porque está en la sección de sucesos, y todo el mundo sabe que ahí los periódicos ya sólo ponen lo más macabro y sangriento, porque todo lo del día en estos tiempos ya no hay diario que lo resista, que si ahora se pusiese de nuevo de moda ‘El Caso’ tendría que tener unas mil quinientas páginas para la cantidad de mierda que hay.

   Pero vamos, que a Abubilla Aguascalientes, a la sazón la hermana de Demetrio, la llama el abogado para comunicarle que es la heredera universal de los bienes de su hermano, porque su mujer al parecer también ha fallecido, y no tenían descendencia. Vamos, que Abubilla se vuelve loca pensando en que por fin podrá vender el caserío del pueblo y mudarse a vivir a la ciudad, a ver si encuentra un maromo de esos que le han contado las dos vecinas que han estudiao y han visto videos guarros que te ponen de lao y te dan la vuelta casi sin apoyos. Pero cuando llega al despacho del abogao y se ha de volver al caserío con siete pesetas, una escopeta de perdigones gordos (sin perdigones, sólo la escopeta) con restos de cosas pringosas pegados y un video de una obra de teatro de Gracita Morales, está muy deprimida. Para colmo, su hermano, con el que es verdad que no se llevaba demasiado (no tanto como para ser tan hideputa, pensaba, aunque parece que se equivocó) se le aparece en el caserío todas las noches para descojonarse y no dejarla dormir. Y vamos, que al final Abubilla vende el video de Gracita, se compra un perdigón gordo y se pega un tiro. Cuando se convierte en fantasma, le falta tiempo para ir en pos de Demetrio y correrle a gorrazos con la zapatilla fantasma por toda la eternidad. El final con la musiquita de persecuciones de Benny Hill hace a esta película la principal candidata al Goya de este año. Al tiempo.

jueves, 2 de febrero de 2017

Críticas en screener: Résident Evil: El capítulo final




Resident Evil. El capítulo final:


   ¡Por fin! Tras sobrevivir a tropecientos ataques de zombis, tertulianos, tronistas y viceversas en un montón de películas, parece ser que la heroína (no, de las de los ochenta en la zona de la Movida no, de las que luego les hacen estatuas y eso) Alicia Maripili de las Covachas Jovitonas ve cerca el final del camino. Desde que se propagó el Virus OGT, deben de quedar en el mundo aproximadamente un par de docenas de supervivientes y Donald Trump (que por más que se esfuerza, esos pocos se le resisten), poco más. Bueno, y chinos, por más zombis que se vayan convirtiendo, de los chinos siempre hay miles.
   Pues eso, que al final resulta que Maripili entiende que el final del camino, como suele pasar tanto en la vida como en las enseñanzas de Jorge Bucay, está en el principio. Y allá que se va ella, a Ciudad Recoña, donde se encuentra la sede de la Corporación Dermoestropájica Paragüera. Que es, a la sazón, responsable primera y última de todo lo que está pasando en el mundo (incluso de los que votaron a Trump, no hay más que decir) para poner orden de una puñetera vez y repartir andanadas de collejas a vuelo vuelto, y terminar con la tontería de una vez por todas.


   Pero vamos, que como con todas las películas que lleva ya no le quedan fuerzas sobrehumanas, Maripili debe echar mano de todo lo que tiene para terminar con los que quieren dejar la Tierra como las naves de los polígonos de Valencia los lunes por la mañana (no muy temprano tampoco). La cosa es más sencilla cuando lo poco que queda son un mazao que es como el primo de Hulk después de la merienda, una jamona que ríete tú de las Vigilantes de la playa, y demás estereotípicos acompañantes que reparten más estopa que la Legión. La peli es toda acción, adrenalina hasta hacerse pis y final feliz. Habrá segunda cita.