Resident Evil. El capítulo final:
¡Por fin! Tras sobrevivir a tropecientos
ataques de zombis, tertulianos, tronistas y viceversas en un montón de
películas, parece ser que la heroína (no, de las de los ochenta en la zona de
la Movida no, de las que luego les hacen estatuas y eso) Alicia Maripili de las
Covachas Jovitonas ve cerca el final del camino. Desde que se propagó el Virus
OGT, deben de
quedar en el mundo aproximadamente un par de docenas de supervivientes y Donald
Trump (que por más que se esfuerza, esos pocos se le resisten), poco más. Bueno, y chinos, por más zombis que se vayan convirtiendo, de los
chinos siempre hay miles.
Pues eso, que al final resulta que Maripili
entiende que el final del camino, como suele pasar tanto en la vida como en las
enseñanzas de Jorge Bucay, está en el principio. Y allá que se va ella, a
Ciudad Recoña, donde se encuentra la sede de la Corporación Dermoestropájica
Paragüera. Que es, a la sazón, responsable primera y última de todo lo que está
pasando en el mundo (incluso de los que votaron a Trump, no hay más que decir)
para poner orden de una puñetera vez y repartir andanadas de collejas a vuelo
vuelto, y terminar con la tontería de una vez por todas.
Pero vamos, que como con todas las películas
que lleva ya no le quedan fuerzas sobrehumanas, Maripili debe echar mano de
todo lo que tiene para terminar con los que quieren dejar la Tierra como las
naves de los polígonos de Valencia los lunes por la mañana (no muy temprano
tampoco). La cosa es más sencilla cuando lo poco que queda son un mazao que es
como el primo de Hulk después de la merienda, una jamona que ríete tú de las Vigilantes de la playa, y demás estereotípicos acompañantes que reparten más
estopa que la Legión. La peli es toda acción, adrenalina hasta hacerse pis y
final feliz. Habrá segunda cita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario