viernes, 19 de mayo de 2017

Críticas en screener: Déjame salir



Déjame salir:

   Historia de llorar, mucho, como si el becario de fontanería se hubiese olvidado de cerrar la llave de paso. Luego no digáis que no avisamos, que la gente es muy mala y luego acusa sin haber leído hasta el final, que es cuando ponemos siempre estos avisos.
   Pues nada, la cosa es que hay un chaval, que se llama Christopher Mubutu de las Palmeras y los Datileros, que es de padre keniata y madre de Sebastopol, y que está saliendo con una chica blanca del tó, que va dejando ciegos a los conductores en los pasos de cebra por el repelente de rayos UVA de nivel 77000 que le ha puesto su madre desde la guardería. La chica, que se llama Blanca Blanquísima Rose, es muy feliz con su novio mandingo, hasta el punto de querer presentárselo a sus padres.


   Él se siente algo incómodo, porque los padres, Missy y Dean Vanilli, teniendo en cuenta el color de la niña y que ella le ha comentado a veces que sólo lavan con Ariel Blanco Puro Max Nada Negro; parece que ahí hay algún resquemorcillo hacia los negros, puede ser… Y ellos desconocen su raza, por lo que no es descabellado sentir un pequeño come-come en las tripas. Por eso, y porque al chaval se le aparecen todos los fantasmas negros de América desde la Guerra de Independencia según va andando por la calle, y todos sin excepción le dicen “no vaaayaaasss”. Bueno, y alguno también le dice “tontacooo” y “asustavieeejaaas”, pero eso ahora no viene al caso, esos son pocos.
   Al principio, Christopher se sorprende con los que pueden ser sus futuros suegros, porque no son blancos del todo como él temía (bueno, ella más o menos sí, pero él tiene así como un tono naranja Fanta Zero que da mucha grimilla, y su flequillo parece el peluche de una nutria mal puesto), pero a medida que avanza el fin de semana, una serie de inquietantes descubrimientos le llevan a creer que ahí hay mucho odio, porque el padre habla con la boca como si estuviese constantemente aspirando aire, que al principio da risa, pero luego escuchas lo que dice, y Christopher se sorprende de que en la misma frase se puedan unir palabras como muro, negro, mexicano y “agarrarlas por el coño, qué risa”.


   Además, siempre mira con los ojos como si quisiera imitar a los chinos y de lado, que debe ser por alguna miopía de centro-derecha, y es el único lado por el que ve bien, el pobre, pero asusta. Para colmo, está todo el rato rodeado de fantasmas de negros con sombrero de paja y tirantes, con la boca abierta y los ojos como huevos de avestruz, que uno no gana para echar el sofá manivela atrás.

   Al tercer negro gritando que dice que no así en tono sostenido tú ya sabes que la cosa no  tiene futuro aunque se quieran de verdad, de gritar por la noche pero no de miedo. Y lloras como loco por la pobre chiquilla, que se está ilusionando y empatizas con ella, que sabes que lo va a pasar poco bien en el futuro. Ella, porque él futuro, lo que es futuro, pues como que no…


No hay comentarios:

Publicar un comentario