viernes, 3 de febrero de 2017

Críticas en screener: ESPECIAL GOYA 2017



ESPECIAL GOYA 2017:
El hombre de las mil caras:
   Demetrio Aguascalientes es un matemático que en sus ratos libres gusta de dar rienda suelta a sus obsesiones (a ver, es matemático, se le presuponen) con un negocio de caretas de plástico blando con los rasgos de famosos como Trump, José Luis Moreno o el pianista de Parada. Fuencisla Calderilla es una mujer fea, pero fea fea, de las que espantan a la niña de la curva por la noche (¡ojo, spoiler! Al principio no se sabe que es una mujer. Con ese bigotazo…), que acude a la tienda de Demetrio a ver si con un aplique de careta se la acercan aunque sea los obreros inmigrantes a pedirle la hora o algo. Pero a Demetrio no le importa que sea fea, porque lo más cerca que ha estado de catar una moza fue en las fiestas de un pueblo, que se metió en la plaza borracho a bailar cerca de las lugareñas, y esas cosas todo el mundo sabe que a los oriundos del lugar no les gusta nada, pero nada nada. Vamos, que fueron tres meses en cuidados intensivos.
   De modo que, ni corto ni perezoso, al sentir las mariposas en el estómago indicativas de que se ha enamorado (aunque al final resulta que son gases… ¡Uy, perdón, spoiler!), se coloca su mejor careta, la del Fary, y le vende a Fuencisla su mejor careta femenina, la que guarda en la caja fuerte junto a los condones desde que comenzó en el negocio: La de Gracita Morales.
   Obviamente, la cosa acaba como todos pensamos. En tragedia.

Julieta:
   Esta obra Almodovariana es la versión intimista y personal de lo que el director manchego estima que fue la adolescencia y primeros pasos en la vida púber de Julieta Capuleto, antes de que entrara en escena el consabido Romeo Mostesco y lo que viene siendo la tragedia, la muerte y esas cosas tan del teatro y las novelas medievalistas.
   Julieta es, dentro de lo que cabe, una niña normal. Normal para tener en casa rodeándola a una madre maniaco depresiva con trastorno de personalidad, que a veces se cree su propio marido, encarcelado por asesinar a un pastor que le pilló intimando con la más peluda de sus cabras. Para tener a una abuela transexual que lo mismo se arrima al vecino carnicero que le pasa el paño a la trastienda de la portera de la finca, y tiene un tono de voz que estuvo a puntito de quitarle a Constantino Romero el papel de doblador de Darth Vader. Para tener dos hermanos siameses que salen con la misma chica sin que el otro se entere. Y para tener un par de tíos, uno cura y el otro dueño del prostíbulo del pueblo, que cada vez que se ven hay que llamar a la Guardia Civil y al Seprona para que los separen a ellos y a sus respectivos perros, que no se pueden ni ver.
   Vamos, que normal que cuando aparece Romeo a la pobre Julieta se le hagan las braguitas Licor del Polo, y en cuanto la cosica con el chavalín se tuerce, acabe todo como las tragedias griegas de las malas. Tol mundo muerto y a otra cosa. Muy triste todo, pero eso sí, hay un par de escenas del cielo viendo volar pajaritos muy new-age, que la hacen favorita para los Goya. La última favorita, concretamente.

Que Dios nos perdone:
   ¿Habéis visto ‘Resacón en Las Vegas’? ¡Joder, qué bien! Pues esta película es básicamente lo mismo, pero en un pueblecito de la zona de Tudela. En vez de un tigre, hay un hurón cabreao, en lugar de Mike Tyson sale uno que entrenaba con Poli Díaz, y en lugar de un chino hay un… Bueno, sí, chino sí que hay uno. Ya está.

Tarde para la ira:
   A Demetrio Aguascalientes le abandona Fuencisla Calderilla a la hora de comer. Pero sin avisar ni nada. Y lo que es peor, ¡sin haber hecho la comida! De modo que Demetrio, como buen hombre de la edad de piedra de mediados del siglo XX, coge su escopeta de perdigones gordos y sale en pos de la que consideraba su amor eterno a falta de otro amor mejor, para recordarle con cariño que como con él, ninguno; que no hay dos, como que hay Dios. Pero según avanza la tarde se empieza a hacer evidente que Fuencisla corre más que Demetrio, porque no la pilla ni aunque aparezca por las esquinas arrastrándose por detrás de los poyetes. Así que el hombre va adquiriendo un estado de enfado tal, pensando en que va a ser que tampoco cena, y encima se está ensuciando la única camisa limpia que le quedaba, recién puesta de hacía tres semanas nada más, que se pone más y más acalorado. Rojo langosta por momentos, según se hace de noche la gente que se va encontrando con él piensa que en cualquier momento una de dos, o le da un tabardo o explota como el primo daltónico de Hulk y le revientan los pantalones. Cuando ya no se ve lo suficiente para apuntar bien con la escopeta, Demetrio decide volver a su casa. Allí está Fuencisla, que tan sólo había ido a por más pan, y como por la época aún no existían los móviles, no ha podido avisarle de lo extrañada que se quedó cuando volvió y Demetrio no estaba ya en casa para comer.
   La mezcla de emociones y alivios en Demetrio es tal que, como un buzo que no se descomprime correctamente al subir de una inmersión prolongada a la superficie, explota, poniéndolo todo perdido de sangre y vísceras. Un dramón, porque la casualidad hace que la costilla más cercana al corazón de Demetrio sea la que se clava como un puñal en Fuencisla, provocándole también la muerte. ¡Coño, he dicho que un dramón! ¿No? Pues eso.

Un monstruo viene a verme:
   Según cuenta el periódico, un tal Demetrio Aguascalientes ha muerto trágicamente. Vamos, será así porque está en la sección de sucesos, y todo el mundo sabe que ahí los periódicos ya sólo ponen lo más macabro y sangriento, porque todo lo del día en estos tiempos ya no hay diario que lo resista, que si ahora se pusiese de nuevo de moda ‘El Caso’ tendría que tener unas mil quinientas páginas para la cantidad de mierda que hay.

   Pero vamos, que a Abubilla Aguascalientes, a la sazón la hermana de Demetrio, la llama el abogado para comunicarle que es la heredera universal de los bienes de su hermano, porque su mujer al parecer también ha fallecido, y no tenían descendencia. Vamos, que Abubilla se vuelve loca pensando en que por fin podrá vender el caserío del pueblo y mudarse a vivir a la ciudad, a ver si encuentra un maromo de esos que le han contado las dos vecinas que han estudiao y han visto videos guarros que te ponen de lao y te dan la vuelta casi sin apoyos. Pero cuando llega al despacho del abogao y se ha de volver al caserío con siete pesetas, una escopeta de perdigones gordos (sin perdigones, sólo la escopeta) con restos de cosas pringosas pegados y un video de una obra de teatro de Gracita Morales, está muy deprimida. Para colmo, su hermano, con el que es verdad que no se llevaba demasiado (no tanto como para ser tan hideputa, pensaba, aunque parece que se equivocó) se le aparece en el caserío todas las noches para descojonarse y no dejarla dormir. Y vamos, que al final Abubilla vende el video de Gracita, se compra un perdigón gordo y se pega un tiro. Cuando se convierte en fantasma, le falta tiempo para ir en pos de Demetrio y correrle a gorrazos con la zapatilla fantasma por toda la eternidad. El final con la musiquita de persecuciones de Benny Hill hace a esta película la principal candidata al Goya de este año. Al tiempo.

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