ESPECIAL OSCARS 2017:
Arrival (La llegada):
De la noche a la mañana, una docena de naves
alienígenas con la forma de la Torre Trump han llegado a la Tierra, y se han colocado
encima de los estadios de fútbol más representativos del mundo, como el Allianz
Arena, el Bernabéu, Maracaná… Bueno, y la número doce, que se ha situado en Las
Gaunas, vaya usted a saber por qué. Por fin parece que Trump se quita la careta
(es un eufemismo, no le hace falta, ya él es así), y confiesa que es un enviado
de una civilización extraterrestre, que llevan tiempecito queriendo
conquistarnos. La idea es que, como siempre se elige de parlamentario al
Presidente de los USA, pues si ya ponen a uno de los suyos, la cosa estará
hecha. Pero como lleva tanto tiempo en la Tierra, y no es que le sobre cerebro
con los anclajes que necesita para el tupé, Trump ya no se acuerda de sus
amiguitos, y ha de recurrir a una experta en lingüística, Laurita Bancos
Blancos, que es a la sazón contratada por el Gobierno de los EE.UU, para
intentar aclarar el mensaje que los extraterrestres intentan transmitir a la
humanidad, que parecen que hablan en murciano, los muy capullos.
Laurita viajará hasta Las Gaunas, junto al
científico patrio Huan Dindón (que sí, que es patrio, que ya estamos en la
generación de los hijos de migrantes nacidos en el país, coño), para intentar
establecer una comunicación con los llamados “Trumpianos”, que vaya usted a
saber por qué misteriosa razón, en cuanto la ven se les pone de punta la nave…
Que a ver, no hay que ser muy listos para entender que, si son similares a trump, sus naves son como falos del tamaño del Everest, y a Huan ni le dirigen la palabra (sólo le ponen puzles con circulitos para que se entretenga como a un niño pequeño) mientras que a ella le traducen sus ideales en el lenguaje del Kamasutra, es que sus razones para invadir la Tierra son las mismas que las de Bertín Osborne y Julio Iglesias yéndose de vacaciones a otro país; diversificar culturas, vamos…
Que a ver, no hay que ser muy listos para entender que, si son similares a trump, sus naves son como falos del tamaño del Everest, y a Huan ni le dirigen la palabra (sólo le ponen puzles con circulitos para que se entretenga como a un niño pequeño) mientras que a ella le traducen sus ideales en el lenguaje del Kamasutra, es que sus razones para invadir la Tierra son las mismas que las de Bertín Osborne y Julio Iglesias yéndose de vacaciones a otro país; diversificar culturas, vamos…
Fences:
Troy Yoyoy es un opositor a basurero, que mientras
se prepara los exámenes para lo del escobón, va encadenando referencias para
ver si le dan más puntos, y se hace las carreras de Física, Matemáticas,
Historia, Filología Murciana e Ingeniero aeronaútico; las FP de Mecánica del
automóvil, Electricidad y Peluquería; y además en los ratos libres se solaza
con solfeo, bailes de salón e introducción a la pintura al óleo, todo ello en
la década de los 50 y siendo negro, que a lo mejor ustedes no lo saben, pero es
LA POLLA. ¡Ah, sí! Y de joven (más, quiero decir) era un prometedor jugador de
cúrling sobre arena que soñaba con vivir del deporte y después de un par de
ediciones de La isla de los famosos y algún Gran Hermano VIP.
Pero, por desgracia, al final se da cuenta
que la estratagema del gobierno para las oposiciones a basurero es retrasarlas
para seguir manteniendo a los hijos de los ministros ahí, viviendo la vida
encadenando contratos a mano vuelta. Y Troy se ve abocado a una vida de falso
lujo viviendo en una mansión con los millones que le proporcionan sus
veintisiete títulos y cuarenta y cuatro trabajos para los que nadie más que él
está capacitado. Que tiene varias putas a diario calentándole las camas de sus
treinta y tres habitaciones, sí, pero no consigue ser feliz en la vida. Seguro
que van a por él porque es negro, seguro…
Hacksaw Ridge (Hasta el último hombre):
Segunda Guerra Mundial. Ya sólo la premisa
aburre a las cabras. Que joder, debe de haber como trescientas mil películas de
pollos pegando tiros a japoneses, en todas la posturas del kamasutra posibles,
y aun así van los del Jolivú y hacen otra. Pero nada, como hay que hacer
denuncia social, pues ahora resulta que el que se quiere apuntar es un chavalín,
sí, a la guerra pero para no pegar
tiros. ¡Ostias, esta sí que es buena, jajaja! Edmundo Modo Dios (sus padres
debieron cortar en la segunda cita, sí, pero no lo hicieron, los miserables), es
un joven contrario a la violencia, y además gilipollas, porque en vez de irse a
una islita como curandero y dedicarse a zumbarse marujas en viaje de solteras a
las que se les pone el arroz largo de ver mulatos, se alista en el ejército de
los EEUU con el objetivo de servir como médico durante la guerra. Lo dicho,
gilipollas.
A partir de aquí, el guion original cuenta la peripecia de un soldado sin armas que pasa como el que no quiere la cosa por todos los agujeros de bomba sin romperse ni una uña, mientras que a su alrededor los compañeros caen como moscas en un camping. Que sí, intenta salvar a todos los que van cayendo a su lado, o al menos aliviar sus sufrimientos en la medida de lo posible mientras recibe los insultos y paramales de los demás, que le ven como debía de ver la silla a Pepe Viyuela cada vez que se iba a sentar. Pero eso no debía de quedar bien en pantalla para los Oscars, así que como ya había suficiente metraje para justificar el pago de una entrada, la versión final cuenta como, en cuanto el médico de marras pone el pie fuera de la trinchera, le cae un obusazo que no deja de él ni las botas, que le tienen que llevar a sus padres un montoncito de arena para que lo entierren con la esperanza de que alguna de las moléculas contenga algo de ADN de lo que era su hijo. Por gilipollas. Coño.
A partir de aquí, el guion original cuenta la peripecia de un soldado sin armas que pasa como el que no quiere la cosa por todos los agujeros de bomba sin romperse ni una uña, mientras que a su alrededor los compañeros caen como moscas en un camping. Que sí, intenta salvar a todos los que van cayendo a su lado, o al menos aliviar sus sufrimientos en la medida de lo posible mientras recibe los insultos y paramales de los demás, que le ven como debía de ver la silla a Pepe Viyuela cada vez que se iba a sentar. Pero eso no debía de quedar bien en pantalla para los Oscars, así que como ya había suficiente metraje para justificar el pago de una entrada, la versión final cuenta como, en cuanto el médico de marras pone el pie fuera de la trinchera, le cae un obusazo que no deja de él ni las botas, que le tienen que llevar a sus padres un montoncito de arena para que lo entierren con la esperanza de que alguna de las moléculas contenga algo de ADN de lo que era su hijo. Por gilipollas. Coño.
Hell or High Water (Comanchería):
Tin y Ton son dos hermanos (originalmente se
llamaban Pin y Pon, sí, de verdad de la buena, pero obviamente había problemas
de royalties y hubo que cambiarlo) que viven en Fuentetorrijas, y que en su
tiempo libre (que es todo el día, porque como son canis de pura cepa dejaron
los estudios con cuatro años y no son ni autónomos ni ná) deciden dedicarse a
lo único que han aprendido a hacer en la vida, que es robar Cajas de Ahorro. Luego
la cosa da un giro de guion y descubrimos que a pesar de todo son gente
honrada; que matan, sí, y se lo llevan muerto (valga la redundancia), pero es
porque a pesar de no tener cerebro tienen pene, y como otra cosa no, pero
chonis en el país sobran y aparecen debajo de las piedras, los dos son padres
de, respectivamente, catorce y dieciocho hijos a los que dar de comer, que no
es poco teniendo en cuenta las mujeres que se gastan.
Así que uno se descubre a sí mismo sintiendo empatía por los dos pollastres a pesar de necesitar una somanta de palos con más urgencia que un folleto de Dúrex. Que como es normal al final los atrapan, sí, pero cuando el estado se da cuenta de la cantidad de pasta que se iban a gastar en mantener a sus dos familias como consecuencia de dejarles sin el cabeza de familia, deciden soltarles en la isla de Perejil a todos, y matan (perdón, es que no había otra palabra para la frase hecha, carajo) dos pájaros de un tiro: Ellos tienen un lugar en el que mantener a toda su familia, sin Cajas de Ahorro para curarse de su adicción a lo de los atracos, y por otro lado ya que están controlan la población de cabras del lugar. Además, al final se convierten en una herramienta indispensable del gobierno para evitar que los invasores del norte de Africa puedan intentar reconquistarnos comenzando por la isla, como ya hicieron cuando Trillo, que nos salvamos gracias a sus huevazos y a que fue él mismo pegando tiros como Rambo… Bueno, más o menos la historia fue así, ¡no me juzguéis que esto es un guion de película, joder!
Así que uno se descubre a sí mismo sintiendo empatía por los dos pollastres a pesar de necesitar una somanta de palos con más urgencia que un folleto de Dúrex. Que como es normal al final los atrapan, sí, pero cuando el estado se da cuenta de la cantidad de pasta que se iban a gastar en mantener a sus dos familias como consecuencia de dejarles sin el cabeza de familia, deciden soltarles en la isla de Perejil a todos, y matan (perdón, es que no había otra palabra para la frase hecha, carajo) dos pájaros de un tiro: Ellos tienen un lugar en el que mantener a toda su familia, sin Cajas de Ahorro para curarse de su adicción a lo de los atracos, y por otro lado ya que están controlan la población de cabras del lugar. Además, al final se convierten en una herramienta indispensable del gobierno para evitar que los invasores del norte de Africa puedan intentar reconquistarnos comenzando por la isla, como ya hicieron cuando Trillo, que nos salvamos gracias a sus huevazos y a que fue él mismo pegando tiros como Rambo… Bueno, más o menos la historia fue así, ¡no me juzguéis que esto es un guion de película, joder!
Hidden Figures (Figuras Ocultas):
Estados Unidos, más o menos en la época cuando
se sacó Filología el de la peli de Fences de arriba, año arriba año abajo.
Durante la guerra fría, que debió de ser con los esquimales o algo así, y en
plena carrera espacial, que no tiene nada que ver con lo otro, pero rellena
argumento, la NASA busca mentes brillantes para conseguir mandar un cohete a la
Luna, pero vamos, que lo más inteligente que se da en la época es un brasero
que trajo la madre de uno de los aspirantes a astronautas, “porque en el
espacio ese debe hacer frío como en Burgos o así”, y no era plan que a su hijo
se le congelasen los deditos de los pies. Vale, que esto es una crítica, y se
ha de explicar por escrito que entonces no había superordenadores digitales, ni
el Internet ese, ni teléfonos móviles (bueno, había uno, pero se necesitaba un
elefante indio para llevar el maletín con la batería), y por eso se buscaban
cerebros superdotados (o al menos capaces de dibujar una parábola sin salirse
del folio) para realizar rápidos y avanzados cálculos de cabeza. Y resulta que
como hace dos años la peña se quejó porque no había actores negros nominados
para los Oscar, pues han decidido que para este papel las mejor preparadas eran
un trío de mujeres de color que ríete tú de las Supremes, que hasta cantan
mientras dibujan y todo...
Que sí, que al final lanzaron el cohete y el
hombre llegó a la Luna y eso y tal, pero no me negarán ustedes que lo más
difícil del trabajo fue bajarse a pisar el suelo del satélite, que estaba todo
sucio, dónde va a parar.
La La Land:
Mia Umiau es una choni americana. Vamos, que
en lugar de moño y rayas de tigre usa teñido rubio con sombrero de paja y
vestidos de tirantes sin sujetador, pero que aun así es seguidora online de
Camela desde sus inicios, y se pone las botas de estiércol de plataforma para
montar en el tractor. Y claro, al haber crecido viendo las películas de Mario
Casas y Sálvame edición México (que también presenta Jorge Javier, por si
alguien no lo ha visto), amén de Mujeres y Hombres americanos y Viceversa, su
sueño es el de todas las pobladoras de la campiña profunda estadounidense:
Debutar en la meca del sueño hollywoodiense, chuscarse un secundario cachas con
el pelo aerodinámico, y vivir de las rentas en un apartamento en un barrio
cuqui de Los Ángeles, como si lo hubiera mamado desde pequeñita, en lugar de...
Al llegar, ostión sin santificar de realidad en la jeta entre audiciones,
porque resulta que la comida no se pone sola en el plato como en casa de mamá
granjera, se ve forzada a ganarse la vida como camarera en un pub en el que las
trabajadoras no llevan sostén (que en esto se basaron para contratarla, que ya
tenía ella experiencia), y las faldas son de rayas pero de cebra (que son como
las de tigre, pero iban más con la decoración del local), mientras se presenta
a montones de pruebas de casting como si no costara, teniendo la misma suerte
que Belén Esteban a la puerta de la Biblioteca Nacional pidiendo guerra.
En la ciudad, casualidades de la vida, oye,
también está por otro lado Sebastián, que es un pianista que se parece al
payaso de Micolor pero con el pelo todo pajizo, que vive de las actuaciones de
segunda que le salen para programas de cine de Granja, está hasta los huevos de
que le pidan que toque la del cangrejo de La Sirenita, y su sueño es ganar
dinero para teñirse de negro y regentar su propio club (si puede ser de
alterne, que luego las noches le saldrían gratis, siendo el jefe) donde rendir
tributo al jazz más puro, con otros músicos negros tocando un montón de
instrumentos al azar, como si no costara, que siempre les queda todo bien
tocando al buen tun-tun a esos malditos…
Como no podría ser de otro modo, que si no
vaya mierda de argumento, los destinos de Mia y Sebastián se cruzarán, que no
vamos a contar las vidas de dos personas mezclando planos para que no se crucen
en toda la película, imagínate entonces, toma guionista pagado a tocateja… Y la
pareja descubrirá el amor y los calambres, ella el significado virtual de lo
que es la cobra, aparte de las víboras que conocía que le arruinaban a su padre
la plantación de lechugas; y él el efecto velcro, que al final la chica ya
hemos dicho que viene de donde viene, y las maquinillas de afeitar las
utilizaba para quitarles los pelillos a los pedazos de corteza de cerdo cuando
hacían barbacoa en los terrenos tras el granero de los Sullivan.
Establecerán un vínculo amor-odio que hará
florecer (a ella) y luego poner en entredicho las aspiraciones de ambos, que no
se entiende muy bien por qué, si se quieren dedicar más o menos a lo mismo...
¡Que monten un dúo, como Cruz y Raya o Los Morancos! Al final, de tanto jugar
al ratón, el gato, la cobra y la zorra, terminan creando coreografías de arte
abstracto, y en ese momento el sentido arácnido de los frikis de Hollywood se
activa como los sensores de las cisternas automáticas cuando hacen pis en los
baños de los estudios, y se lanzan todos a una caza indiscriminada de ambos
donceles por las calles de los barrios en los que mejor de la luz de fondo
cuando se pone la cámara en posición estratégica. Los dos se hacen famosos, hay
banderas enormes americanas colgando por doquier, y tras pasarse de moda el
momento musical, como le pasó a todas las películas que se rodaron en blanco y
negro al año siguiente de que le dieran el Oscar a The Artist, todo el mundo se
come un mojón y como ella ya se ha quedado embarazada se ha de volver a casa de
mamá granjera a enseñarle al pollo que las cobras de campo pican que se matan,
las jodías.
Lion:
Sarpullidooh es un chavalín de la India, que
un día comete el error de ponerse delante de la puerta del hotel de Nicole
Kidman durante una visita promocional que hace la actriz para una de esas
películas raras que hace ella, de las que todos los registros requieren que
abra mucho los ojos y se lleve la mano a la boca abierta. Ella que lo ve, se
piensa que es un pobre huérfano necesitado de amor, y como está rabiosa por la
cantidad de niños que han estado adoptando Brad Pitt y la Jolie, decide que se
lo lleva a las Australias, a vivir con los canguros y los indígenas pintados de
tierra roja. Y claro, para el pobre niño, sus padres, sus veinticuatro hermanos
y sus quinientos quince primos, aquello de que desaparezca secuestrado es un
dramón de los de llorar mucho y fuerte, por distinguir las lágrimas de los
monzones.
El chaval se pasa veintiocho años retenido
en el rancho de la Kidman, hasta que logra escaparse. ¿Cómo? ¿Que qué coño significa
el título de la película entonces? ¡Y yo que sé, oigan, que la película es un
puto coñazo, yo no la he visto hasta el final! Pues a lo mejor se confunde al
volver y en lugar de coger billete para la India le dan para el Sherengeti, y
se lo zampa un felino. O vuelve y de la alegría los padres invitan a todos los
hermanos a ver el circo de Ángel Cristo (y a él se lo acaba merendando un
felino, que ya sabemos que los leones allí, comer, lo que es comer… Poco). Algo
de eso será, si no reclamen.
Manchester frente al mar:
¡Un puto coñazo de mierda, es esta película! Un joven aburrido de Manchester (que ya lo decía Edurne, que como ciudad es un ascazo) se tiene que hacer cargo de su primo segundo, que se ha quedado huérfano de los dos padres a la vez. Y el chaval que no quiere irse, y su primo que sí, que él trabaja y no le dan más días libres… Al final el chaval tiene que claudicar, que para eso su primo se va a hacer cargo de él, pero como no le mola Manchester, se pasa el día apoyado en una barandilla en los límites de la ciudad, mirando a Warrington, esperando que se derritan los polos y se inunde Inglaterra para tener playa ahí, en medio de la nada de esa ciudad de mierda aburrida dejada de la mano de Dios.
Sí, tuve una novia inglesa; y sí, era de Manchester.
¿Y qué? ¿Acaso me acusáis de no ser objetivo en mis críticas, eh? ¿Es eso,
hijosdeputa? ¡¡¡ERA UNA ZORRA, MECAGOENLAPUTA!!!
Moonlight:
Nada, que faltaba una película para cerrar
las nominaciones, y han buscado una en la que salieran actores de color, por lo
de hace dos años que ya hemos comentado en la de las mujeres negras de la NASA,
y eso. Que no la hemos visto, de hecho creemos que no la ha visto nadie, así
que para qué molestarnos, nos lo vamos a inventar todo:
La película va de un narval transexual, que
vive en un zoo con una jirafa de cuello corto, un dromedario con dos jorobas (¡habráse
visto!) y su cuidador, que es un afroamericano hipocondríaco al que no le gustan
ni los zoos ni los animales, pero como en su mente vive en la Mansión Playboy
ni se da cuenta, y se pasa el día cantando las canciones de Frozen, pero todas
con la letra “i”, para que no vayan los de la SGAE a cobrarle derechos.
Luego aparecen una pandilla de paracaidistas
polacos zombis que buscan el Arca de la Alianza, y entonces el Capitán América
para combatirlos ha de trincharse haciendo un trío a Scarlett Johansson (por
necesidades estrictas del guion) y a la secretaria esa de Iron Man, la chavala
esa que parece un palo actuando, y le pone a sus hijos nombres de frutas en
extranjero.
Y al final se casan. O muere el negro, o
algo. Que le van a dar el Oscar a ésta, ya verás, y tenemos un disgusto…
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