Ghost in the Shell. El alma de la máquina:
Situémonos, que la cosa tiene miga…
Imaginémonos que estamos en un Japón del futuro, pero por lo menos en el 2015,
¿eh? Una pasada… ¿Cómo? ¿Qué estamos… en el año qué…?
Sí, bueno, ejem… Pues nada, que decía que Japón,
en el futuro pero de lejos, como cincuenta años a partir de hoy, o así. Mitoto Agusanagi,
también conocida como ‘La buenorra’ pero en japonés, que siempre queda todo
dicho de forma más resonante, es una agente especial cyborg, vamos, que se ha
puesto un buen par de implantes de silicona explosiva, pero robótica, que eso
en el futuro lo va a petar. Que su ideal es Afrodita A, y así está la chavala.
De modo que, gracias a sus méritos, lidera el grupo de trabajo de un cacho de élite
llamado Sección de lencería 9.
El objetivo de esta unidad de operaciones es
luchar contra el ciberterrorismo de calzoncillos y braguitas; los que en el
Japón del futuro se llamarán crímenes tecnológicos de la ropa interior. Con un
cuerpo robótico y bragas de aleación de neutrinos y esparto, Agusanagi ha
reemplazado la totalidad de su cerebro, y no se depila, lo que le permite ser
capaz de realizar hazañas sobrehumanas, como completar el Sudoku en modo
difícil, o trepar por las fachadas de los edificios usando el modo velcro (excepto
por los de cristal, que eso en la primera escena se ve que lo intenta y casi la
palma, que no lo hace porque la película acaba de empezar, que si no fijo que
se deja los dientes virtuales en el suelo). Todo ello mientras evita las
conversaciones babosas de los tíos alrededor suyo, que la saliva es líquida al
fin y al cabo, y eso corroe los circuitos cosa mala.
Entrenada para detener a los criminales más
peligrosos, aunque tengan perro, Mitoto se enfrentará a un fanático 'hacker', que
es además ‘runner’, ‘youtuber’, ‘influencer’ y un poco ‘monguer’… Cuyo único
objetivo es acabar con los avances de Chanclas Robotic en la tecnología
cibernética de tangas.
Pronto la cosa se va de madre, porque a ver
quién se resiste a que la chavala salga con un minúsculo tanga lanzando
silicona explosiva por los pezones. Desde luego, yo no.