viernes, 10 de marzo de 2017

Críticas en screener: Kong, la isla Calavera


Kong, la isla Calavera:

   Durante un crucero de placer, en el que el Teniente Coronel Capitán General Jaimito Corcovillas intenta conquistar el corazón de la reportera Edelmira Calambres, el Capitán de navío Gumersindo Paquete avisa del avistamiento de una isla que no aparece en los mapas de navegación, pero que estar ahí, está, porque huele a tres millas de distancia como los sobacos de una tonadillera. Pero como la Calambres es de nariz prieta y no tiene buen olfato, decide que para facilitar la conquista le apetece almorzar en aquel territorio, a ver si ya de paso tiene algo de suerte y pega el braguetazo y le ponen su nombre a la isla, que eso siempre da caché y te pueden sacar en el Hola si te montas un chalecito entre las palmeras.


   Pero al adentrarse en los terrenos que hay más allá de la playa de guijarros negros, con los dos hombres a punto de marearse (que los salva tener la nariz cuarda de espantos de cuando hicieron la mili en Valdebotija y dormían cuarenta y cinco pares de bombas fétidas en un mismo barracón), descubren que el terrenito ya tiene habitantes. Sin ellos saberlo, le están pisando las petunias del jardín al mítico Katakling Kojong, el gorila gigante con la misma mala leche que Risto Mejide cuando le hacen sentar en una silla porque no hay sofá.


   La cosa no tiene buena pinta, porque además del primo negro de Zumosol de Copito de Nieve, resulta que la isla es una especie de singularidad espacio-temporal que si la ve Stephen Hawking se hace pis encima del gustazo, y por allí pululan un montón de bichos que si los pilla James Cámeron lo de Avatar iba a ser una película de Los Pitufos. Y claro, como a los bichos las mozas les son entrañables pero los hombres les parecen un postre de los de restaurantes con estrella Michelín, pues se monta la de Dios es Cristo con todos corriendo de acá para allá, salvo la Calambres, que se encariña con el monete y se lo lleva para presentarle a sus padres.
   Porque dinero no tendrá, ni le pondrá la isla a su nombre, pero es que con la tontería la Calambres va a tener que pedir que hagan una extensión al Whatsapp, porque ríete tú de las fotos del negro ese, y claro, ella es todo felicidad.

   A los otros no, a los otros se los comen.


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