Logan:
Lobezno se hace viejo. Bueno, a medias,
porque el esqueleto es como el de un T-1000 Premium, y ver la carne humana
descomponerse alrededor va a dar más risa que cuando aparece el mismo muerto
por decimonovena vez en Walking Dead. Pero vamos, que lo que es el de las
garras, envejecer, envejece. Y de una mala baba que parece que le han servido
garrafón en vez de Jack Daniels del añejo antes de las doce de la noche. Porque
el ser humano en su conjunto es gilipollas, y en lugar de ver lo bueno de los
mutantes, se han cepillado a todos menos a él y a su mentor, así, atajando de
raíz no sea que alguno salga malo y nos joda la ensalada. Vamos, que no les han
puesto en la lista de animales en peligro de extinción, porque total ya para qué,
si no quedan más que ellos y no pueden reproducirse…
Así que nada, ahí que está Logan,
malviviendo de ejercer de jardinero privado, como Eduardo Manostijeras, para
sacarse unos cuartos intentando que la gente no se entere que sigue vivo. Y
además el animalico ha de cuidar del mentalista de la silla de ruedas, que oye,
antes al menos la movía con la mente, pero es que ahora es todo el rato “Logan,
llévame al baño”, “Lobezno, mira a ese camarero que no me trae la sopa
calentita”, y así todos los días a todas horas, con lo que el problema con la
ira del protagonista le tiene a puntito de hacer “¡PUM!” como los tubos esos de
confeti, que es gracias a que esquilma los parterres haciendo jardinería que no
estalla, porque si no, no quedaba humano vivo que se le cruzase que no llevase
firma de cortes de garras en las orejas.
Así que así están las cosas, que a veces
según la secuencia parece que Logan se va a ir con la silla de ruedas para el andén
del metro y a tomar por saco todo, cuando de pronto aparece la pequeña X-23
(que ya solo el nombre es para darles a los responsables con la mano abierta,
pero una mano de esas de las gigantes de los partidos americanos, y de
cemento), una pequeñaja con el esqueleto como el del lobito, pero sin
deteriorar, y más mala leche que Hulk sin medicación, que por lo visto se ha
escapao de la masacre mutante haciéndose la nini como hija de un diputado de
derechas, que son intocables aunque admitan que les gustan los jerseys de
llevar al cuello y las falditas de vuelo que hacen como que no se les vuelan
pero depende de quién mire pues sí.
Y ahí que se les despiertan los instintos paternales del de las garras (del otro no, que los instintos los tiene justitos para quejarse, ni siquiera para mantener a raya los esfínteres más allá de un par de horas, y con suerte), y al final la cosa acaba como en Vietnam, pero en cachitos.
Y ahí que se les despiertan los instintos paternales del de las garras (del otro no, que los instintos los tiene justitos para quejarse, ni siquiera para mantener a raya los esfínteres más allá de un par de horas, y con suerte), y al final la cosa acaba como en Vietnam, pero en cachitos.
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