viernes, 27 de enero de 2017

Críticas en screener: Múltiple



Múltiple:

   Desde pequeñito, Kevin José sufre trastorno de personalidad múltiple (DID), porque su madre quedó embarazada de septillizos pero cual pequeño tiburón el chavalín fagocitó al resto de sus hermanitos antes de nacer, y claro, los tiene a todos dentro. Así que por dentro el chaval parece el patio común de La que se avecina. Dentro de él conviven un montón de identidades diferentes, como un francés transexual, un camionero polaco, el espíritu de Doña Rogelia, una dominatrix alemana con bigote o el resto del ego de Alberto Chicote que no le cabe en su propio cuerpo y se ha de buscar una nueva alma que colonizar. Para hacer frente a su esquizofrenia, Kevin José acude regularmente a la consulta de la psiquiatra Casilda Fletcher, pero como cada vez entra en la consulta una personalidad diferente, pasan meses entre sesiones para cada una de las personalidades y la verdad, el tratamiento tiene el mismo efecto que intentar pescar con barreno en un charco.


   Lo malo es que, un buen día, un par de las personalidades de Kevin José, en concreto la dominatrix alemana y el pedazo de ego de Chicote deciden que se aburren dentro de la personalidad principal, que es más aburrido que leer la biblia con 13TV de fondo. Las personalidades alternativas toman el control del chaval, y se ponen a secuestrar doncellas como si vinieran de regalo con los packs del dominical de El País. Las prisioneras van aumentando en número día a día, hasta el punto de que se ven forzadas a convocar elecciones para elegir una alcaldesa, porque la convivencia en el búnker donde están retenidas se hace insoportable con tanta señorita junta. Las elecciones las gana la joven Avutarda María de los Fardos y Cascote por mayoría simple.


   Como representante de las prisioneras secuestradas habla con Kevin José con la intención de avisarle que a este paso se va a montar una buena huelga, por falta de espacio de convivencia en su lugar de reclusión, que ya va siendo hora de dejar escapar a alguna, y que si no la película se va a convertir en una de Coixet, y no es plan.
   Al final, todas las personalidades de Kevin José le abandonan hastiadas de tanta chica junta, que no hay quien las aguante cuando se ponen a quejarse juntas, hombre por Dios, con lo bien que viven ellos que son tantos y en sólo cuerpo… Pero ellas no, señor: Que si se están perdiendo MYHYV, que si en GH al menos hay expulsiones y aquí no y se aburren, que si esa otra me ha tocado el culo… Vamos, que al pobre chaval se le desgaja el cuerpo en partes como si se reprodujese por esporas, y cada una de las partes huye a una esquina del planeta. No os vayáis cuando salgan los títulos de crédito de la película, que hay una escena añadida, en la que se ve que la psicóloga Casilda María incorpora la técnica de secuestrar decenas de doncellas adolescentes como terapia para los desórdenes de personalidad múltiple, con notable éxito internacional.




viernes, 20 de enero de 2017

Críticas en screener: xXx Reactivated



xXx Reactivated:

   Xander Clander, alias xXx, o superempate, como le llaman sus amigos más cabrones, es un cani más puesto de anabolizantes que toda la delegación de atletismo rusa junta desde el año 2000. Debido a ello, aparte de quedarse con menos pelo que el culo de Mickey Mouse, al chaval le ha dado por romper las normas establecidas, ya ves tú, que no podría haberle dado por hacer macramé o algo productivo. Pero eso sí, colabora como agente encubierto del gobierno americano, que para eso de contratar a locos se las gasta pardas, porque total, si les explotan los activos tiene otros esperando en el siguiente corredor de la muerte. Porque oye, otra cosa no, pero el estar en el pasillo te predispone a escuchar ofertas que no veas.


   Tras un fatídico incidente, en el que aparte de desaparecer media Mongolia, dos excursionistas de Logroño y un vasco que estaba paseando, parece que él mismo es dado por muerto, Xander Clander decide pasar a la clandestinidad de la clandestinidad junto a su agente instructor Agustín Grijánder, que aparte de pertenecer a la CIA, se esconde bajo la identidad del médico personal de Chiquito de la Calzada.


   Así, Xander puede dedicarse a desfacer entuertos de los gordos sin rendir cuentas a nadie más que a Samuel L. Jackson, que es como el enlace de la omnipresencia de Dios en todas las películas americanas. Juntos, Xander Clander y Grijánder/Samuel L. Jackson le seguirán la pista a Xing Xang, un guerrero chino responsable de la invención de los gatos que saludan con la mano, y los salones de pintarse las uñas que consideran que el final feliz es que la laca te quede bien puesta. Vamos, un malote de los de hacerse los antifaces con las aberturas de los ojos más estrechas todavía de lo habitual de la mirada de malo que tiene.

   La cosa es difícil de narices, porque si ya de por sí distinguir los chinos es complicado, si encima se ponen traje de camuflaje ya es trabajo de Rappel. Para colmo, el chinito feliz es el orgulloso propietario de un arma de destrucción big XXL que le tocó en una máquina de las de gancho, conocida como La Caja de Pandola, que debe de ser algo así como una mathroska infinita, de cajas dentro de cajas dentro de cajas… Que te pones a abrirlas y te da un colapso de no acabar nunca. Así que la historia tiene tintes como de que no va a quedar vivo ni Jordi Hurtado al final del metraje, pero como Xander es el bueno a pesar de todo, después de quitarse de encima las hordas de modelos internacionales de pechos operados que se le vienen encima como virutas de hierro a un imán se acerca sibilinamente al chino y le cuenta un chiste. Con la risa, al malote se le rajan las entretelas desde las comisuras de los ojos y termina explotando en una genial alegoría de las Fallas de Valencia, si las Fallas fueran todo sangre, trozos de tripa e intestinos en lugar de fuego y muñecos de madera. La película es muy naif, como habéis podido comprobar, llevad pañuelos. Yo os aviso, en el chino, tles paquetes, un eulo.


viernes, 13 de enero de 2017

Críticas en screener: La ciudad de las estrellas. La La Land


La ciudad de las estrellas. La La Land:

   Mia Umiau es una choni americana. Vamos, que en lugar de moño y rayas de tigre usa teñido rubio con sombrero de paja y vestidos de tirantes sin sujetador, pero que aun así es seguidora online de Camela desde sus inicios, y se pone las botas de estiércol de plataforma para montar en el tractor. Y claro, al haber crecido viendo las películas de Mario Casas y Sálvame edición México (que también presenta Jorge Javier, por si alguien no lo ha visto), amén de Mujeres y Hombres americanos y Viceversa, su sueño es el de todas las pobladoras de la campiña profunda estadounidense: Debutar en la meca del sueño hollywoodiense, chuscarse un secundario cachas con el pelo aerodinámico, y vivir de las rentas en un apartamento en un barrio cuqui de Los Ángeles, como si lo hubiera mamado desde pequeñita, en lugar de... Al llegar, ostión sin santificar de realidad en la jeta entre audiciones, porque resulta que la comida no se pone sola en el plato como en casa de mamá granjera, se ve forzada a ganarse la vida como camarera en un pub en el que las trabajadoras no llevan sostén (que en esto se basaron para contratarla, que ya tenía ella experiencia), y las faldas son de rayas pero de cebra (que son como las de tigre, pero iban más con la decoración del local), mientras se presenta a montones de pruebas de casting como si no costara, teniendo la misma suerte que Belén Esteban a la puerta de la Biblioteca Nacional pidiendo guerra.
   En la ciudad, casualidades de la vida, oye, también está por otro lado Sebastián, que es un pianista que se parece al payaso de Micolor pero con el pelo todo pajizo, que vive de las actuaciones de segunda que le salen para programas de cine de Granja, está hasta los huevos de que le pidan que toque la del cangrejo de La Sirenita, y su sueño es ganar dinero para teñirse de negro y regentar su propio club (si puede ser de alterne, que luego las noches le saldrían gratis, siendo el jefe) donde rendir tributo al jazz más puro, con otros músicos negros tocando un montón de instrumentos al azar, como si no costara, que siempre les queda todo bien tocando al buen tun-tun a esos malditos…


   Como no podría ser de otro modo, que si no vaya mierda de argumento, los destinos de Mia y Sebastián se cruzarán, que no vamos a contar las vidas de dos personas mezclando planos para que no se crucen en toda la película, imagínate entonces, toma guionista pagado a tocateja… Y la pareja descubrirá el amor y los calambres, ella el significado virtual de lo que es la cobra, aparte de las víboras que conocía que le arruinaban a su padre la plantación de lechugas; y él el efecto velcro, que al final la chica ya hemos dicho que viene de donde viene, y las maquinillas de afeitar las utilizaba para quitarles los pelillos a los pedazos de corteza de cerdo cuando hacían barbacoa en los terrenos tras el granero de los Sullivan.


   Establecerán un vínculo amor-odio que hará florecer (a ella) y luego poner en entredicho las aspiraciones de ambos, que no se entiende muy bien por qué, si se quieren dedicar más o menos a lo mismo... ¡Que monten un dúo, como Cruz y Raya o Los Morancos! Al final, de tanto jugar al ratón, el gato, la cobra y la zorra, terminan creando coreografías de arte abstracto, y en ese momento el sentido arácnido de los frikis de Hollywood se activa como los sensores de las cisternas automáticas cuando hacen pis en los baños de los estudios, y se lanzan todos a una caza indiscriminada de ambos donceles por las calles de los barrios en los que mejor de la luz de fondo cuando se pone la cámara en posición estratégica. Los dos se hacen famosos, hay banderas enormes americanas colgando por doquier, y tras pasarse de moda el momento musical, como le pasó a todas las películas que se rodaron en blanco y negro al año siguiente de que le dieran el Oscar a The Artist, todo el mundo se come un mojón y como ella ya se ha quedado embarazada se ha de volver a casa de mamá granjera a enseñarle al pollo que las cobras de campo pican que se matan, las jodías.



jueves, 12 de enero de 2017

Piqué interrumpe la representación de Hamlet en el Liceu para quejarse al árbitro



Piqué interrumpe la representación de Hamlet en el Liceu para quejarse al árbitro:


Por: Hermenegildo Señor Equis.


   La pasada noche se vivió un esperpéntico episodio en el estreno de una nueva representación de la obra Hamlet en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, a la que asistían numerosas personalidades de la política y la vida social catalana. Ya de entrada, en el photocall previo por el que desfilaba todo el personal para atender a los medios, el jugador del F. C. Barcelona sorprendió acudiendo junto a Shakira vestido con la primera equipación oficial de su equipo, y preguntando a los periodistas apostados junto a la alfombra roja si habían visto a Tebas o alguien en representación del Colegio de Árbitros. Ante la negativa global de los allí presentes, el defensa entró a ocupar su localidad murmurando para sí mismo en voz baja, aunque los micrófonos de ambiente pudieron captar algunas palabras sueltas, tales como “no ha tenido cojones de venir”, “periodistas de la caverna” o “qué buena está esa azafata”.

   Pero lo más sorprendente estaba por llegar. Se representaba el segundo acto de la obra cuando, en el momento más tenso, aquel en el que muere el rey Duncan, Piqué se levantó al grito de “¡vamos, hombre, árbitro, menudo piscinazo, ni le han rozado!”. Tras darse cuenta que se había hecho un absoluto silencio, incluso más denso que con la representación de la obra, el defensa comenzó a señalar alrededor de sí con el dedo extendido, bajo la avergonzada mirada de su mujer, mientras continuaba gritando: “¡Te lo digo a ti, Tebas, que por aquí debes de andar! ¡Esto es una campaña clarísima, orquestada junto al gremio de tramoyistas!”. Y, señalando al cajón del apuntador: “¡Tú has sido testigo, lo has visto tan bien como yo! ¡O eso o es que también estás comprao!”. Tras lo que fue expulsado del edificio de la Ópera bajo una clara división de opiniones entre pitos y aplausos.
   Shakira se quedó a ver el final de la obra, murmurando alguna excusa que nadie pudo entender. “Pensamos que entonaba alguna nueva canción compulsivamente por los nervios del momento, o que estaba aprendiendo euskera. Pero al poner la grabación a cámara lenta, se puede adivinar algo parecido a ‘waka-perdón-waka-waka’ o algo así”, ha declarado el portavoz del edificio que nos ha cedido las imágenes del incidente.