Power Rangers:
Cinco adolescentes, que son japoneses pero
tienen nombre de granjeros de la América profunda, tales como Billy, Willy o
Milli-Vanilli (o algo así, yo qué sé, los nombres dan igual porque luego se les
conoce por los colores), un buen día están paseando por esos campos japoneses,
donde todo es color y luz del sol, y de algún lugar surge música de algún instrumento
que parece estar perpetuamente lleno de helio, y se topan con un objeto
extraño. Extraño así en plan que es como un consolador gigante, pero como ellos
son japoneses y las perversiones como que no les parecen extrañas, pues lo
tocan. Pero todos, no es que lo mire uno y los otros pongan esa cara de los
mangas en plan “¡oh, fíjate, qué objeto más como el pene de Mázinger Z!”, sino
que se lo pasan uno a uno, por lo de ver el tacto a ver si a todos les viene a
la mente la misma experiencia…
Y resulta que el aparato, sea lo que sea (que
tampoco es una película existencialista, no vamos a ponernos a explicarlo todo
con orden y concierto), les da superpoderes, que consisten en que se les ponen
solos unos chándales de algodón 90% (que al lavarlos antes de ponérselos la
primera vez encogen y les quedan muy ajustaditos), con escafandras como los
cascos de Ángel Nieto de los 80, de colorines uniformes y todo.
Juntos, los chavales tendrán que luchar
contra Rita Repulsa (que ni por molestarse en cambiar el nombre original, que
ya mola tanto que la película debería llevar su nombre), una villana espacial
que es la que perdió el consolador ese que da poderes por un descuido cuando…
Bueno, no importa. El caso es que ya que baja (así como de mal humor, por la
razón que sea, que yo no digo que sea por culpa de haber perdido el “objeto” en
medio de nada) pretende conquistar la Tierra, y los chavales se ponen a imitar
las coreografías de las Spice Girls en el Wannabe para evitar que la Tierra
caiga en sus manos.
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