John Wick. Pacto de sangre:
La vida de Juan Gutiérrez es un coñazo. Sí,
que era un asesino malo de los de no recoger las caquitas de su mastín del Pirineo (y es que lo lleva a pasear a la puerta del Congreso. Que sí, que todos
lo deseamos, pero sólo él puede hacerlo, así de malote es), pero lo deja porque
a su mujer le da una enfermedad de esas que sólo logra nombrar House, y se
muere un poco.
Como suele pasar en estos casos, sus
superiores no están acostumbrados a eso de que los agentes se les jubilen
unilateralmente, como si fueran estrellitas del Real Madrid que le quieren
hacer la cama a Florentino, de modo que destinan una partida de sus
presupuestos del año en curso para que antiguos compañeros de Gutiérrez (cuyo
alias para lo del matar era John Wick, porque eso de los nombres yanquis queda
más fardón en los informes) se dediquen a perseguirle para hacerle pupita de la
que no se cierra con un par de puntos de sutura. ¡Y uno de los “amiguesinos” es
nada más y nada menos que Laurence Fishburne con la gabardina de Matrix, que
queda todo muy de homenaje encubierto (por el forro de mis cojones a ver si con
la coña va alguien a ver la peli y ganamos pastaca)!
Pero claro, el que tuvo , retuvo, y nuestro
Juan Gutiérrez se las sabe todas, y va dejando su antigua organización como un
campo de margaritas en invierno, a la par que quedándose sin amigos (unos por
difuntos y los otros porque no tiene huevos a invitarles a café, porque váyase
usted a saber si…) El final es un plano secuencia en el cual Brad Pitt
pasado de Ducados nuestro hombre se sube, sin sherpas ni oxígeno el K-2 para
demostrar su soledad al infinito, con lo que la película se alarga un poco.
Pero vamos, que si la comparamos con una de Garci, sin problemas (si tienes la
vejiga de titanio, claro)
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