Death Note. El nuevo mundo:
Pues nada, la cosa sucede en Japón, lo que
ya en una película fantástica es partir de un punto como si entrases al cine
habiéndote fumado un tercio de Jamaica sin hacer pausas. Bien, la cosa es que
hay un cuaderno con poderes (lo hemos avisado, estamos en Japón, y allí está
Fukushima…) que si te concentras en tu cuñado y escribes su nombre un poco mejor que tu
sobrino el de nueve años (lo cual ya es peliagudo, que estamos hablando de japonés, y ese idioma son rayajos), tu cuñado se muere porque tienen una visión del
Ministro de Hacienda de Japón, que va a hacerle una inspección a su casa. Todo
muy cruel.
Pues ese cuaderno cae en manos de un joven
chaval, Kikirikí, que podría estar ocupado con el onanismo; pero como es de la
zona que es, pues no, prefiere ponerse a dibujar Yakuzas que a bailar el mambo
a cinco dedos con su pequeño mini-mini-yo (no, no es una errata, lo pongo dos
veces porque es japo, o sea que ya de base todo él es mini, con lo que su
pequeño kamikaze, os podéis imaginar) Y claro, la Yakuza se cabrea porque
Hacienda somos todos, sí, pero es que ellos tiran de sobres B hasta para los
tatuajes corporales de lo de contar los muertos que llevan y claro, en cuanto
les mencionas una inspección se van haciendo el hara-kiri que da gusto verlos.
De este modo, deciden eliminar al chaval del cuaderno, y lo hacen a la manera
de la Yakuza del siglo XXI: Le buscan una novia funcionaria, y el chaval muere
de un golpe de calor en su zona kamikaze, el pobre, y la funcionaria quema el
cuaderno y todos a otra cosa.
Pero claro, como los efectos de Fukushima
están ahí aunque pase el tiempo (que los pececitos de cerca de las costas
japonesas pueden nadar en todas las direcciones a la vez sin darse la vuelta),
pues así los efectos de la radiación se hacen notar en todos los aspectos de la
vida moderna. Y de pronto, tras la muerte de Kikirikí aparecen seis nuevas
Death Notes en la Tierra, que se encuentra consumiéndose porque la Yakuza (ahora
misteriosamente repleta de mutantes, a saber por qué) ha instalado en Logroño
su nueva división de ciber-terrorismo, y como las leyes en España son digamos
que “algo laxas” según como vengan de llenos los sobres, con poco soborno están
trabajando la mar de tranquilos sembrando el terror por doquier. Unos pocos
policías japoneses (no podemos determinar cuántos son, porque se parecen tanto
que no nos queda claro en todo el metraje) lucharán contra la “MutaYakuza” para
conseguir controlar los cuadernos mágicos, y así unos proseguir con su dominio
terrorista “japo-logroñés”, y los otros para ver si les entra una funcionaria y
pillan cacho, que para ellos es más fácil hacerlo por medio de los cuadernos y
la Yakuza que yendo a un bar…
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