viernes, 14 de abril de 2017

Críticas en screener: Death Note, el Nuevo Mundo



Death Note. El nuevo mundo:

   Pues nada, la cosa sucede en Japón, lo que ya en una película fantástica es partir de un punto como si entrases al cine habiéndote fumado un tercio de Jamaica sin hacer pausas. Bien, la cosa es que hay un cuaderno con poderes (lo hemos avisado, estamos en Japón, y allí está Fukushima…) que si te concentras en tu cuñado y escribes su nombre un poco mejor que tu sobrino el de nueve años (lo cual ya es peliagudo, que estamos hablando de japonés, y ese idioma son rayajos), tu cuñado se muere porque tienen una visión del Ministro de Hacienda de Japón, que va a hacerle una inspección a su casa. Todo muy cruel.


   Pues ese cuaderno cae en manos de un joven chaval, Kikirikí, que podría estar ocupado con el onanismo; pero como es de la zona que es, pues no, prefiere ponerse a dibujar Yakuzas que a bailar el mambo a cinco dedos con su pequeño mini-mini-yo (no, no es una errata, lo pongo dos veces porque es japo, o sea que ya de base todo él es mini, con lo que su pequeño kamikaze, os podéis imaginar) Y claro, la Yakuza se cabrea porque Hacienda somos todos, sí, pero es que ellos tiran de sobres B hasta para los tatuajes corporales de lo de contar los muertos que llevan y claro, en cuanto les mencionas una inspección se van haciendo el hara-kiri que da gusto verlos. De este modo, deciden eliminar al chaval del cuaderno, y lo hacen a la manera de la Yakuza del siglo XXI: Le buscan una novia funcionaria, y el chaval muere de un golpe de calor en su zona kamikaze, el pobre, y la funcionaria quema el cuaderno y todos a otra cosa.



   Pero claro, como los efectos de Fukushima están ahí aunque pase el tiempo (que los pececitos de cerca de las costas japonesas pueden nadar en todas las direcciones a la vez sin darse la vuelta), pues así los efectos de la radiación se hacen notar en todos los aspectos de la vida moderna. Y de pronto, tras la muerte de Kikirikí aparecen seis nuevas Death Notes en la Tierra, que se encuentra consumiéndose porque la Yakuza (ahora misteriosamente repleta de mutantes, a saber por qué) ha instalado en Logroño su nueva división de ciber-terrorismo, y como las leyes en España son digamos que “algo laxas” según como vengan de llenos los sobres, con poco soborno están trabajando la mar de tranquilos sembrando el terror por doquier. Unos pocos policías japoneses (no podemos determinar cuántos son, porque se parecen tanto que no nos queda claro en todo el metraje) lucharán contra la “MutaYakuza” para conseguir controlar los cuadernos mágicos, y así unos proseguir con su dominio terrorista “japo-logroñés”, y los otros para ver si les entra una funcionaria y pillan cacho, que para ellos es más fácil hacerlo por medio de los cuadernos y la Yakuza que yendo a un bar…


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