viernes, 16 de diciembre de 2016

Críticas en screener: Rogue One, una historia de Star Wars



Rogue One – Una historia de Star Wars:

   María Juana de la Eso es una adolescente de las del montón: Se va de botellón todos los jueves por la noche a un polígono de una ciudad al sur de Madrid, se endroga viva y siempre que vuelve a casa pintando las paredes con los restos del maquillaje le dice a su madre que la culpa es de Pablo Iglesias. Vamos, una nueva rebelde de las de libro de autoayuda dentro de una familia de lo más tradicional. Pero claro, está buena de las de ponerle un cartel con una nota de más de 8, así que puede protagonizar su propia película americana de las de presupuesto millonario, rodeada de secundarios disfrazados que nadie sabe quiénes son, y que de mayores pondrán en su CV que han sido “peluche nº 4” en la escena del planeta “Cacharroraaan”, llorando como madalenas para suplicar que les den un papelito en la última serie de Resines.


   Mona Mona (nombre y apellido, que su padre era un poco hijoputa), que siempre se viste de seda y ostenta el cargo de lideresa de un grupo secreto de la sede de Génova 13 (no confundir con la Rue del Percebe, en ésta sólo hay UN LADRÓN), le ha confiado el mando de un importante cometido: Quiere robar la Estrella Podemita de la Muerte, la nueva y destructiva arma del Imperio Perrofláutico para poder derrotarles del tó en las próximas
Elecciones Galácticas.
   Esta es una nueva arma antisistema, para ser blandida en manifestaciones radikales, que consiste en una bandera enorme de fondo negro con una estrella roja pintada, y dentro la “A” de “Anarkia” rodeada con el círculo morado de Podemos.


   Como parece que la ley que permite a los antidisturbios apalizar perroflautas tan sólo con que parezca que se estén manifestando (vamos, cuando haya dos o más juntos en cualquier lugar) puede ser revocada, y por si no les da tiempo antes, deciden enviar a María Juana con un equipo especial con la idea de hacerse con la bandera y quemarla en el próximo aquelarre de Esperanza Aguirre.


   La jovencita, cómo no, contará con ayuda, que siempre viene bien tener secundarios a los que matar, pues la prota debe sobrevivir y no es plan de no matar a nadie en toda la película, aunque sea una de Disney (y si no, ahí está la madre de Bambi, y eso que no sabemos nada de su padre…) Y ahí que van unos cuantos canis, que piensan que van a echarse un polvo espacial, a saber: El Capitán Casita D’orr (que en los planetas con atmósfera de nitrógeno se vuelve gangoso, nadie sabe por qué), el piloto Boborock (que sabe manejar doscientos veinticuatro tipos de naves distintas), el monje ciego Churruti Zubiri (que participó en la última edición de Universovisión, quedando penúltimo) y por último su novio “el Badmaño” (que todos piensan que él lo pronuncia mal y es para darse tono pareciéndose a Batman, pero es porque su padre era de Badajoz y su madre de Zaragoza)
   Con ese percal dentro de una nave recorriendo planetas buscando la banderola, a los quince minutos el novio se ha liado con una o dos de las azafatas de la nave, al piloto le han intentado asesinar catorce veces tras la tercera reproducción de su éxito Universovisionero, pero como no pueden porque nadie más sabe pilotar y no hay piloto automático, le cosen la boca con grapas del quince. Y al monje ciego sí que se lo cargan para que pare de contar chistes del planeta “Lepetooine”. Vamos, que Mari Juana se queda sola, pero así le es más fácil infiltrarse entre las masas cuando encuentra una de esas manifestaciones en torno a la Estrella Podemita de la Muerte, y consigue robar la bandera.



   Lo que pasa es que la Estrella es “Made in China”, y hay como doscientos millones más de unidades, pues en realidad el robo resulta un mojón de calibre planetario; pero eso los de Génova no lo saben, y tan felices que reciben a su pequeña heroína pensando que las próximas elecciones ya sí que las ganan de calle en el Imperio Universal (no quieren usar las siglas, porque I.U. les da como mal rollo) y Mari Juana, para celebrarlo, se va de after con los antidisturbios (sí, con todos…)

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