Como
es evidente, la protagonista de este bombazo del séptimo arte no puede ser otra
que una Josefa; en este caso, Josefa Lagardilla Cocchinotta, una auténtica
Yorkshire Americana cuyos padres tuvieron que emigrar a Londres cuando la
“posguarra”, que es como la posguerra pero cuando se han peleado los
cerdos. Y claro, la familia emigrante
pasa de vivir como dios, con sus bellotitas y su campiña inmensa, al terruño
embarrado y las sobras de una familia de Liverpool que debe subir por turnos en
el ascensor porque si no la alarma no lo deja arrancar, de modo que lo que es
alimento, casi ni las raspas de los pescaos.
De este modo, Josefa, que tiene un arte
moviendo las entretelas que cuando la llaman “jamona” no puede denunciar a
nadie porque no insultan a su condición genérica sino que están destacando un
hecho constatado, decide que se ha de dedicar al cine, porque total, si la tal
Peggy pudo, que tenía menos arte para la interpretación que un molusco bivalvo,
pues no va ella a ser menos, con lo lustrosas que tiene las carrilleras. Así
que, ni corta ni perezosa, se calza sus nuevas botas amarillas recién compradas
para la ocasión y parte rauda (rauda para ser una marrana, vamos, lo que para
una persona normal vendría siendo al famosísimo “trote cochinero”) hacia la
capital londinense. Porque claro, todo el mundo sabe que en el mundo del
celuloide el color amarillo es absolutamente necesario para poder triunfar.
Pero claro, como todo el mundo sabe, el
mundo del cine es un hervidero de sátiros, y en algún momento de las tres
primeras entrevistas, Josefa pierde sus bonitas botas nuevas, junto con las
bragas y el piercing en forma de arito que tenía en la nariz. Eso sí, consigue
un papelón en una nueva telenovela de la BBD que promete terminar con las
penurias de toda la familia en cuestión de tres o cuatro temporadas, si la cosa
tiene éxito.
No lo tiene. La serie es cancelada al tercer
capítulo, y a Josefa lo que cobra tan sólo le da para pagarle a su hermano
pequeño la clínica de desintoxicación a la que ha de acompañarle para que cure
su adicción a las pastas de té a todas horas (menos a las cinco, el hijoputa,
que será un yonki pero con clase, cuando los demás hacen lo mismo él no)
Al final, creemos que preparando una futura
secuela, Josefa encuentra de nuevo sus botas de oro, que había encontrado un
pato en el jardín del productor número dos de las entrevistas que hizo (sí, al
lado del jacuzzi al aire libre, qué casualidad…) y llevaba puestas porque oye,
si al gato del cuento le funcionaron, ¡quién sabe si lo siguiente de Disney no
será El pato con botas! Con la ayuda de su familia, Josefa recupera sus
antiguas botas de la suerte (y además ya tienen para cenar un par de noches) y
comienza de nuevo su andadura en la búsqueda del éxito y el triunfo para ella y
su familia.
P.D.: Sabemos de buena tinta que se están
moviendo algunos guiones para esa futura secuela, como son “Peppa Pig y su bebé
bastardo”, o “Peppa Pig vs. Nacho Vidal”. Quién sabe…
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