viernes, 11 de noviembre de 2016

Críticas en screener: Peppa Pig y las botas de oro


PEPPA PIG Y LAS BOTAS DE ORO:


   Como es evidente, la protagonista de este bombazo del séptimo arte no puede ser otra que una Josefa; en este caso, Josefa Lagardilla Cocchinotta, una auténtica Yorkshire Americana cuyos padres tuvieron que emigrar a Londres cuando la “posguarra”, que es como la posguerra pero cuando se han peleado los cerdos.  Y claro, la familia emigrante pasa de vivir como dios, con sus bellotitas y su campiña inmensa, al terruño embarrado y las sobras de una familia de Liverpool que debe subir por turnos en el ascensor porque si no la alarma no lo deja arrancar, de modo que lo que es alimento, casi ni las raspas de los pescaos.
   De este modo, Josefa, que tiene un arte moviendo las entretelas que cuando la llaman “jamona” no puede denunciar a nadie porque no insultan a su condición genérica sino que están destacando un hecho constatado, decide que se ha de dedicar al cine, porque total, si la tal Peggy pudo, que tenía menos arte para la interpretación que un molusco bivalvo, pues no va ella a ser menos, con lo lustrosas que tiene las carrilleras. Así que, ni corta ni perezosa, se calza sus nuevas botas amarillas recién compradas para la ocasión y parte rauda (rauda para ser una marrana, vamos, lo que para una persona normal vendría siendo al famosísimo “trote cochinero”) hacia la capital londinense. Porque claro, todo el mundo sabe que en el mundo del celuloide el color amarillo es absolutamente necesario para poder triunfar.
          


   Pero claro, como todo el mundo sabe, el mundo del cine es un hervidero de sátiros, y en algún momento de las tres primeras entrevistas, Josefa pierde sus bonitas botas nuevas, junto con las bragas y el piercing en forma de arito que tenía en la nariz. Eso sí, consigue un papelón en una nueva telenovela de la BBD que promete terminar con las penurias de toda la familia en cuestión de tres o cuatro temporadas, si la cosa tiene éxito.
   No lo tiene. La serie es cancelada al tercer capítulo, y a Josefa lo que cobra tan sólo le da para pagarle a su hermano pequeño la clínica de desintoxicación a la que ha de acompañarle para que cure su adicción a las pastas de té a todas horas (menos a las cinco, el hijoputa, que será un yonki pero con clase, cuando los demás hacen lo mismo él no)
   Al final, creemos que preparando una futura secuela, Josefa encuentra de nuevo sus botas de oro, que había encontrado un pato en el jardín del productor número dos de las entrevistas que hizo (sí, al lado del jacuzzi al aire libre, qué casualidad…) y llevaba puestas porque oye, si al gato del cuento le funcionaron, ¡quién sabe si lo siguiente de Disney no será El pato con botas! Con la ayuda de su familia, Josefa recupera sus antiguas botas de la suerte (y además ya tienen para cenar un par de noches) y comienza de nuevo su andadura en la búsqueda del éxito y el triunfo para ella y su familia.


   P.D.: Sabemos de buena tinta que se están moviendo algunos guiones para esa futura secuela, como son “Peppa Pig y su bebé bastardo”, o “Peppa Pig vs. Nacho Vidal”. Quién sabe…

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