viernes, 14 de octubre de 2016

Criticas en Screener: Inferno.


INFERNO:

   Así, de buenas a primeras, lo que se te viene a la cabeza es que el rotulador de los créditos no ha terminado la ESO, y que al encargado de repasar que todo está correcto habría que darle con la regla de las monjas en el cielo del paladar. Pero luego te dicen que no, que en realidad es que es latín. ¡Latín! ¡Vamos, no me jodas, así que era esto, se hizo para joder a los pobres encargados de las secciones de cine en los distintos medios!
   Bien, una vez aclarado esto, pasemos a la chicha de la historia, que es de lo que trata esta sección. La peli la protagoniza Tom Hanks, que ya de por sí es como un subnormal emocional pero voluntario, así, porque él lo vale. Y encima es que aquí empieza en el hospital, con un golpe en la cabeza y sin memoria, de modo que ya los primeros minutos representan un modo destroyer para críticos de cine con un número de seguidores similar al de nuevos párrocos europeos ordenados en el siglo XXI y para sibaritas de los diálogos kilométricos. Esto es como un plano secuencia hecho por un colegial con ganas de usar el Superglue.


   Eso sí, del mismo modo que el profesor Langdon se desenvuelve como un polaco en el logopeda, resulta que siempre, pero siempre, y quiero decir INVARIABLEMENTE, en todas las películas que protagoniza, se le arrima una jamona como para no importar que se extinga el resto de la raza humana, que ya haremos lo nuestro por la repoblación, y ya tal… Lo cual sería un detalle a poner en el currículum, de no ser porque también el pollo arrastra el sambenito de ser más gafe que atar un salero a un gato negro y tirarle escaleras abajo vestido de amarillo.


   Así que nada, en menos que se compone un disco de reggeaton, ya tenemos a nuestros dos pollos corriendo como si no hiciese cinco minutos que el mozalbete estaba en coma babeando como un tronista en la segunda cita, porque también aparece el consabido asesino de los de la mala muerte, que tienen la cicatriz en la cara más grande que el ramal R-2 de la autovía de Zaragoza, pero en este caso peor puntería que los guionistas de Águila Roja con los hechos históricos.
   Pero como es Tom Hanks, y quiere aprovechar que lleva gachí, y no es un papel de retrasado, ni le mutilan, ni naufraga ni se queda tirao en el Adolfo Suárez esperando a la chavala de Iberia que le ha de facturar el maletín, pues se envalentona, y se la lleva a Roma, a Venecia y a Estambul a ver si con lo del jet lag la moza no puede dormir y se la trincha como al proverbial pavo de Acción de Gracias. Pero claro, es Tom Hanks, así que cuando ya la tiene a punto de caramelo flambeado, se pilla una gripe del catorce con el virus que ha esparcido el malo malote, que tiene más mala leche que los del Zika y el Ébola juntos, y al final casi acaba con la población mundial de verdad.


   Y ahí se queda la cosa, pendiente de la tensión de hacerse una continuación que incluya la palabra undead, o un melodrama tele fílmico de los de mantita y chocolate con las amigas de la residencia de la abuela, con seres de luz repoblando el mundo con alegorías de insectos libando para no mostrar penes, que no es plan que las abuelas dejen de golpe todas las plazas libres.

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